16 mayo, 2011

Segunda vuelta

Soy partidario de las elecciones con doble vuelta. Sí, ya sé que habrá quien diga que es más caro y que la gente se puede cansar, pero también hay mil formas de hacer los comicios más ecológicos y nadie las pone en práctica. La cuestión es que las dobles vueltas permiten escoger con entera libertad a tus parlamentarios o concejales en una primera votación, en la que no vale ni apelar al miedo por si gana otro menos deseado, ni a la concentración de votos en pos de la gobernabilidad. Este sistema, muy común en muchas democracias, consigue sacar una fotografía perfecta de lo que quiere cada uno, votando en positivo, cada uno a la opción que mejor se adapte a su manera de pensar, y convirtiendo cada parlamento o pleno municipal en un espejo de la pluralidad (que no dualidad) ciudadana. Una semana más tarde se celebra una segunda vuelta, en la que comparecen las dos candidaturas más votadas para dirimir quién forma gobierno o toma la vara de alcalde. Sería en ese momento cuando las fuerzas políticas podrían llevar a cabo sus conversaciones y acuerdos, para apoyar a unos y retirar la confianza a otros, pero teniendo en cuenta que la decisión última recae nuevamente en los ciudadanos. De esta manera se dejaría en fuera de juego a tránsfugas como Tamayo y Sáez, aquellos que en 2003 llevaron a Esperanza Aguirre hasta la Puerta del Sol, y evitaríamos las monsergas de los exégetas del voto, esos que pontifican que los emitidos en blanco benefician al poder, la abstención a la oposición y el voto nulo a casi nadie. El lunes que viene podríamos echar de menos alguna segunda vuelta. Deberíamos planteárnoslo. 

Publicado en la contraportada de EL PERIÓDICO EXTREMADURA el 16 de mayo de 2011.

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