
Hoy la indignación ha perdido su prefijo privativo, ha dejado de ir acompañada de las preposiciones por o contra
y se ha convertido en un sustantivo que denota justicia, que reclama en
las calles - a pesar de las trampas e impedimentos- para que la
existencia humana tenga una calidad aceptable. La gente que marchaba
este fin de semana volverá a sus lugares de origen y se incorporará
silenciosamente a mil frentes abiertos: para que los desahucios no dejen
a más gente tirada en la calle, para que el desempleo no rompa en
pedazos las esperanzas de seis millones de personas, para que aprender
en la escuela o curarse en un hospital no vuelvan a ser un privilegio de
unos pocos. Ya pasó el tiempo de estar indignado, ahora empieza una era
para que la dignidad llegue a todas las vidas y la palabra resuene como
una de las más bellas de nuestro idioma.
Publicado en EL PERIÓDICO EXTREMADuRA el 24 de marzo de 2014.
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