20 agosto, 2025

Periferias

   No sé en qué momento de la historia lo céntrico pasó a ser casi lo único importante y lo periférico aquello de lo que uno puede desprenderse o incluso olvidar por completo, ya que lo que no está en el meollo pasa a ser poco menos que prescindible. No siempre lo periférico tiene que tener una posición central en los mapas, como bien saben esos países cuyas capitales políticas son mucho más pequeñas que los auténticos centros económicos de poder y decisión.

     Ahora que casi creemos que tenemos todo al alcance de la mano, que da igual el lugar en el que habites o en el que trabajes porque todo lo encontramos haciendo click, nos convendría abandonar la contemplación del propio ombligo y descubrir nuestras periferias, aquello que está un poco más alejado de nuestros trayectos cotidianos, que quizá llegamos a verlos físicamente pero que no los miramos y, en más de una ocasión, incluso apartamos la vista. ¿Quién no cambia de canal ante una imagen de sufrimiento? ¿Quién no cruza la acera para alejarse de quien mendiga?

    

     Pero Periferias es también el nombre de un festival que desde 2013 se encarga de regar las zonas rayanas de Extremadura y Portugal con cine, música y cultura durante los días de verano. En principio podía parecer poco novedoso en una región llena de ferias rayanas, festivales ibéricos de música y de cine, muestras ibéricas de artes escénicas, museos importantes volcados en dar a conocer todo lo iberoamericano y eventos que conjugan patrimonios universales inmateriales como el flamenco o el fado. Lo peculiar de este Periferias, que se gesta entre Marvão y Valencia de Alcántara, es que entreteje con su hilo de Ariadna también la defensa de todos los derechos humanos, del medio ambiente, del arte y el cine al aire libre y en lugares únicos.

 

     En su última edición han recordado a Manuel Vital El 47 en Valencia de AlcántaraUna quinta portuguesa en La Fontañera, con la pantalla en España y las sillas del público en Portugal; la impactante Historia de Souleymane sobre los raíles de la estación de Beirã-Marvão o el documental Beira recorriendo el río Uruguay, hablando en español y en portugués en cada una de sus márgenes, como en algunos de nuestros ríos, y sobre los que se siguen tendiendo puentes entrañables de diálogo que han merecido una mención especial del jurado.

    

     Este año el premio ha sido para La niña de la cabra, de Ana Asensio, con una historia ambientada en un barrio periférico del Madrid de finales de los 80. Elena y Serezade no han cumplido ocho años y entablan una amistad espontánea y sincera, esa que surge de forma natural entre quienes todavía no se han contagiado de ese virus que en español llamamos “prejuicio” y en portugués “preconceito”. Hoy, cuando el racismo y la xenofobia amenazan con convertirse en pandemia, necesitamos acercarnos más a todas las periferias, atravesar las fronteras, llenar de vida los pueblos que van envejeciendo y perdiendo población. Por cierto: no escatimen un céntimo en prevenir los desastres porque curarlos es siempre más caro y doloroso, como hemos visto durante toda esta semana de fuego y destrucción. 


Publicado en el diario HOY el 20 de agosto de 2025

 





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