03 septiembre, 2025

Brazos abiertos

 

Me he acordado muchas veces de la portada de este periódico de hace 10 años. Aquel 3 de septiembre de 2015 había una fotografía con un titular de letras blancas sobre fondo negro con la palabra vergüenza y en la imagen un muchacho de tres años, con camiseta roja y pantalón azul, calzando todavía unos zapatitos y con su cara sobre la arena mojada de una playa turca.

El niño dio la vuelta al mundo e hizo llorar a cualquier ser humano con un mínimo de sensibilidad. Tardamos en conocer su nombre y dos meses más tarde, mientras nos manifestábamos contra los terribles atentados de la sala Bataclan en París, casi nadie supo acertar el nombre de la criatura en una rápida encuesta improvisada.

El lunes pude ver un vídeo en el que participaban la directora de programas de Unicef España, Lara Contreras, y el fundador de Open Arms, Óscar Camps. Recordaron que la foto de Aylan no cambió nada en el fondo, que los ataques aislados de solidaridad impulsiva para que los refugiados sirios no se ahogaran en el mar se diluyeron como un azucarillo en una taza de té hirviendo. Ambos insisten en que cada mañana nos desayunamos con un niño o una niña como Aylan, pero de los que no tenemos fotografía que nos haga sentir el horror, no sabemos cómo se llaman, a qué escuela iban o cuáles eran sus sueños.

He dejado de prestar atención a las indecencias que pronuncian algunos líderes políticos sobre estos temas, tan sangrantes y tan dolorosos, porque al odio no se le puede combatir con más odio. Cuenta Óscar Camps que la imagen de Aylan le llevó a fundar una organización con los brazos abiertos para intentar salvar a quienes huyen de la muerte, y que él en Aylan no veía a un niño, sino que veía a su propio hijo. Ahí está quizá la gran diferencia ante lo que ocurre en Gaza: unos son capaces de ver a un niño famélico como a un familiar y otros, demasiados quizás, han decidido optar por el camino contrario: en lugar de sentir compasión por alguien del género humano acaban por deshumanizarlos como si fueran los animales más indeseables.

El viernes pasado un importante líder político nacional afirmaba que era necesario hundir el barco de Open Arms. No sé si hay ya algún fiscal o juez abriendo un caso de posible apología de la violencia, porque hay quien sí ha pisado los calabozos por palabras muchísimo más leves que lo que encierra ese deseo de muerte y destrucción de seres humanos por motivos de raza, religión, origen o color de piel.

Quiero pensar que todavía somos mayoría los que estamos dispuestos a abrir los brazos y la mente, para acallar a los que solo les enseñaron el odio y la avaricia. Aylan se apellidaba Kurdi y su caso no difiere de los 18.000 niños que han muerto a 800 km de aquella playa turca, en lo que hoy son las ruinas de Gaza. Aylan ablandó los corazones un par de meses, las criaturas de Gaza siguen siendo aniquiladas sin que nadie persiga a los malhechores que perpetran este genocidio o lo consienten de forma infame.

Publicado en el diario HOY el 3 de septiembre de 2025.

 

 

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