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2 comentarios:
En el siglo XVI, el teatro de una ciudad del norte de Portugal estaba en manos de la Marquesa Ana da Ponte Ribeiro. Amante del teatro clásico y del verso perfecto, exigía una rigurosa memorización de los cantos de Os Lusíadas para poder formar parte de la Companhia. En esa ciudad intentaron hacerse un hueco dos actores que no aparecen en las enciclopedias: se llamaban João Freitas da Cunha e Júlio Manuel Dimas Gusmão, que por diferentes escenarios y en los entreactos del Grande Teatro agradaban al público con una puesta en escena totalmente diferente, capaz de transmitir los mismos mensajes de los textos clásicos de un modo más desenfadado, casi precursores del absurdo. Lograron el cariño y el afecto del público más cercano y del gran público cuando representaban pequeños papeles. Pero la Marquesa nunca los aceptó en la Companhia, para que no hicieran más patente las añejas formas que ella practicaba. Freitas da Cunha y Dimas Gusmão nunca se aprendieron Os Lusíadas, pero amaron al teatro e hicieron que su público lo amara. Al poco tiempo, el Grande Teatro cerró: las aburridas piezas de Ponte Ribeiro no agradaban y aburrían hasta a las ovejass, pero ya era tarde para encontrar a Freitas da Cunha e Dimas Gusmão, que decidieron ser felices en el mundo de la artesanía cerámica y en el de la pintura mural. La historia del teatro se perdió dos grandes actores, pero al final decidieron que era mejor no entrar a formar parte de un statu quo marchito que no les quería, siendo como eran queridos y admirados en otros lugares. ¡Peor para el Grande Teatro y para la Marquesa! Dijeron.
No sé quién eres, "don't worry" pero gracias por esta historia que no conocía. No sé si quieres decir algo con segunda. La releeré
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