Cuando uno lee algo puede llegar a tener sentimientos diferentes. A veces nos gusta una idea pero vemos que la han desarrollado y contado de mala manera. En otras ocasiones nos admiramos ante lo bien escritas que están opiniones con las que discordamos. Me pasa cada vez más con Vargas Llosa y sus artículos en EL PAÍS. Y luego te encuentras a quien, además de tener ideas lúcidas, las sabe contar de forma maravillosa, quitándote cada una de las palabras que hubieras dicho si tuvieras capacidad para juntarlas y ordenarlas. Es lo que llamo tener ideas y saber contarlas. Hace tiempo que tenía escrito algo sobre el concepto de normalidad, haciendo ver la diferencia entre la definición de norma que tienen los expertos en estadística y la que nos han impuesto como normalidad. Lo normal puede ser injusto y lo minoritario estar lleno de sensatez. Pero para qué enredarse en intentar explicar lo que otros ya han hecho de manera magistral. No hay nada como tener (buenas) ideas y saber contarlas. Os dejo la columna de hoy de Pilar Galán en la contraportada de EL PERIÓDICO EXTREMADURA junto con esta viñeta de El Roto.
Fauna y flora de la normalidad
Los autoproclamados normales pertenecen a una especie peligrosa. De los degenerados o la gente extraordinaria, se puede esperar de todo, desde un crimen al descubrimiento de una constelación, por eso te pillan casi siempre prevenido, pero los normales son otra cosa. Para empezar, son gregarios, (nosotros, la gente normal, suelen decir) y buscan la cercanía de otros normales, por eso nunca llevan a sus crías a lugares donde podrían convivir con la diversidad. Su lengua es maestra en el uso de pero (yo no soy racista, pero...). Su hábitat es variado y su sistema de camuflaje tan perfecto que pueden invadir otro ecosistema sin ser notados. Son predadores natos. Como camaleones, simulan adaptarse hasta que las circunstancias les permiten mostrarse como son. Suelen ser muy activos en las guerras civiles (denuncian o violan al vecino), en las crisis (suben los precios o especulan) y sobre todo en los linchamientos morales. Fingen estar abiertos a conocer especies nuevas; por eso, primero las reciben bien para después convertirse en sus parásitos. Su cortejo amoroso se basa en el baile de la tolerancia, hasta que vencidos los temores del cortejado, se lanzan a los peros: yo soy tolerante pero los inmigrantes cobran paro, por ejemplo. Simulan ser adalides de la integración de los débiles, para después segregarlos (cada oveja con su pareja es su frase preferida) por lo que apartan de la manada a las crías que nacen con algún defecto. Todo ello con la sonrisa de la normalidad. Tengan cuidado, la boca de cualquiera puede esconder colmillos de vampiro, pero de vampiro normal, la especie más dañina sobre la tierra.
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