13 junio, 2011

Construir y destruir

Levantar un castillo de naipes o de arena requiere buen pulso y ciertas habilidades. Para destruirlo no hace falta saber nada, se puede ser un inútil e incluso la torpeza manifiesta puede servir de ayuda. Es más fácil sacar defectos que aplaudir virtudes, reprochar comportamientos pasados que indicar nuevas pautas de conducta. El pasado es un poderoso imán que condiciona, paraliza y corta de cuajo la imaginación.  Hay quien sólo sabe vivir del pasado, quien sólo piensa en saldar cuentas, en regocijarse con venganzas aunque eso suponga cerrar las puertas del futuro. En Extremadura vivimos el momento político menos aburrido de los últimos 30 años, y en las calles hay gente joven - y menos joven-  hablando y discutiendo, sin interrumpirse ni insultarse. Las redes sociales hierven, aunque cada noticia de las ediciones digitales se llene de cientos de comentarios en los que el anonimato oculta la ruindad absoluta de lo más tradicional de la vieja política. Bajo los toldos de paseos y plazas se escucha el rumor fresco de algo nuevo mientras que en los grandes salones de terciopelo la dialéctica ha desaparecido, si es que algún día estuvo, de los usos y costumbres. Aquello de tesis, antístesis y síntesis es un mero juego de palabras para parvularios. Maquiavelo es sacado a hombros por unos y por otros, diseñando jugadas a siete bandas con carambolas inexplicables. La política del futuro necesita urgentemente algo tan sencillo como acordar qué se quiere hacer para que la mayoría de la sociedad mejore sus condiciones de vida, algo tan simple como conjugar el verbo construir y olvidarse de destruir.

Publicado en la contraportada de EL PERIÓDICO EXTREMADURA el 13 de junio de 2011

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