Hace ocho años que empecé a usar el tren a
diario. Mi primer abono mensual entre Badajoz y Mérida me costó 65 € y el de
este mes 99 €. En ocho años ha aumentado más de un 50% y los salarios no lo han
hecho en la misma medida. Tampoco ha mejorado el servicio en consonancia con
esa subida aunque, para determinados trayectos, el tren funciona en Extremadura
un poquito mejor de lo que la gente cree. De hecho, se ven caras de asombro
cuando le cuentas a alguien que usas ese medio a diario en lugar del coche o
autobús. Ahora nos dicen que se podrían suprimir hasta 14 trenes en la región
porque no alcanzan un 10% de ocupación, pero nadie se hace la pregunta clave:
¿Qué condiciones de horarios, rapidez, comodidad y precio tienen nuestros
trenes para que no lleguemos ni siquiera ese mísero porcentaje? No voy a
responder a esa pregunta ni aburrirles con datos tan impactantes como que en
Extremadura no hay ni un solo km. electrificado, mientras que España hay
catenarias de más de 60 años. Por establecer una comparación, es como si aquí
nos siguiéramos comunicando con telegramas en plena era de internet. Pero la
deuda histórica con nuestros caminos de hierro no es excusa para que no se
pudieran hacer mejor algunas cosas: en Extremadura no hemos desarrollado
conceptos como el de intermodalidad,
no hay coordinación con los transportes
urbanos de cada localidad para trasladar a los usuarios del ferrocarril
hasta sus puestos de trabajo, centros hospitalarios o educativos, y en algunas
ciudades ni hay bicis públicas en
las estaciones, ni las pueden usar los
forasteros. ¡Qué lejos nos queda Europa en este asunto!
Publicado
en EL PERIÓDICO EXTREMADURA el 7 de enero de 2013.
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