11 marzo, 2013

Pedagogía del adiós


De un mes a esta parte vivimos rodeados en un ambiente de dimisiones previstas, renuncias históricas y sorprendentes, rumores de abdicaciones y alguna muerte anunciada. Rápidamente han surgido hermeneutas para interpretar las razones ocultas de Ratzinger y expertos en monarquía diciéndonos que tenemos que aguantar borbones para siempre. 


La muerte de Hugo Chávez también ha servido para poder apreciar la falta de medida y de sentido crítico a la hora de enjuiciar a un personaje y sus acciones de gobierno: es difícil encontrar un término medio entre el fanatismo adulador y los denostadores a ultranza. Algunos aborrecíamos el estilo cuartelero y mesiánico del comandante venezolano, pero no nos cuesta reconocer que el neobolivarianismo ha supuesto un cambio en América del Sur, especialmente para la gente de piel más oscura.

La retirada del alcalde de Badajoz es otro de esos casos que merecerían un análisis pausado en lugar de tantos panegíricos, pero en Extremadura el chascarrillo y el trazo grueso apagan todo lo demás. Cualquiera que haya visitado núcleos urbanos de similar tamaño y haya visto la diferencia de servicios y de planificación (por no hablar de la protección del patrimonio histórico) llegará a la conclusión de que Badayork dista mucho de ser una ciudad moderna y sostenible. Nos falta mucha pedagogía para las despedidas: ni nos han enseñado a aplaudir con moderación, ni tampoco tenemos por costumbre reconocer méritos en quienes no son de los nuestros. Para el próximo adiós a importantes figuras nos hará falta una buena dosis de ecuanimidad. Y me temo que no se vende en farmacias.

Publicado en EL PERIÓDICO EXTREMADURA el 11 de marzo de 2013.

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