Las canciones son la
banda sonora de nuestras vidas. Con el paso del tiempo, unos acordes mal
entonados se pueden convertir en un tesoro de emociones que nos trae al
presente momentos vividos. Uno no puede evitar sentir cierta envidia ante los
cánticos colectivos, aquellos que unen una melodía reconocible, unas letras que
significan mucho más que la suma de las palabras y una historia que merece la
pena ser recordada sin rubor. Quienes han escuchado a miles de gargantas en
Liverpool entonar el You’ll never walkalone saben de lo que estoy hablando, aunque no entiendan una palabra de
inglés y odien el fútbol con todas sus parafernalias. Los himnos son un
capítulo aparte: a unos cuantos los salva la calidad musical, pocos tienen una
letra que no sonroje y hay algún otro que podría calificarse como tortura de
baja intensidad.
Pero si hay una
canción que a muchos nos emociona escuchar es aquella que compusiera Zeca Afonso y que sirvió para que los
claveles revolucionaran Portugal en 1974. Grândola,
vila morena ha vuelto a ser la canción de moda en el país vecino durante
unos días, interpretada con voces humanas como único instrumento,
interrumpiendo los discursos del Primer Ministro en sede parlamentaria y
sirviendo como elemento aglutinador de un pueblo desde hace casi 40 años. El
sábado pasado, en las calles de Portugal, se volvió a oír un unísono de fraternidad
y un mensaje claro a esa troika: el pueblo es quien más ordena. No sé si esta
vez lo conseguirán pero, de momento, muchos tenemos todavía un nudo en la
garganta cuando hemos sentido en cada esquina un amigo y en cada rostro la
igualdad.
Publicado el 4 de marzo de 2013 en EL PERIÓDICO EXTREMADURA.
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