25 marzo, 2013

Pobres que trabajan


Hubo un tiempo en el que tener o no empleo era determinante para muchas otras cosas. Incluso hubo alguna década en la segunda mitad del siglo XX en la que trabajar era un salvoconducto para abandonar la pobreza. El viaje hacia el pasado en todo lo que se refiere a derechos de los menos favorecidos está siendo mucho más rápido que el avance tecnológico en las comunicaciones, por poner un ejemplo. Un conocido cantante de música punk afirmaba la semana pasada que si los retrocesos a los que nos están sometiendo se universalizaran, pronto volveríamos a ver funcionar la máquina de vapor y trenes alimentados por carbón.  

Este invento de no salir de la miseria a pesar de realizar trabajos para otros no es nada nuevo: ya existía en el antiguo Egipto, Grecia o Roma y se llamaba esclavitud. Lo que ocurrió es que, con esa manía de pensar que les dio a algunos en el XIX, todo se fue al garete para los negreros: lo de poseer personas como si fueran mulos a los que se les arrea sin preguntar había pasado a ser inmoral e indecente. Pero hoy, aterrados por un cloroformo universal llamado crisis, millones de personas anhelan unos mini-jobs que no les sacarán de pobres. Y llegarán tan aplaudidos como los cien mil  hijos de San Luis, y se volverá a gritar vivas a las cadenas. De hecho, todos conocemos a más de uno al que le está tocando aceptar condiciones laborales que no solo sus padres habrían rechazado, sino también alguno de sus abuelos. Así que esta semana nos vamos a sentar santamente para ver cómo vuelve la primera revolución industrial, que por el nivel de regresión que llevamos está casi al caer.

Publicado en EL PERIÓDICO EXTREMADURA el 25 de marzo de 2013

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