Cuando un libro o una película se apartan
radicalmente de lo esperado decimos que nos rompen los esquemas. Hay quienes lo
vemos como un elemento interesante, que nos provoca curiosidad o emoción, y hay
otros a los que les saca de quicio. Con ocasión del segundo aniversario del 15M
hemos podido escuchar y leer infinidad de opiniones que parecen regirse por el
mismo patrón: las de políticos tradicionales de todos los colores, y las de los
comentaristas, necesitados de que todo sea como dios manda, y que llevan un par
de años naufragando en el intento de comprender aquello que se sale del orden
establecido. Y unos les acucian a que se presenten a las elecciones y otros les
urgen a que nombren un portavoz y tengan una cabeza visible a la que poder
entrevistar, encumbrar o vituperar.
No han entendido nada. No alcanzan a percibir
que el éxito del 15M es haber abierto debates imposibles, haber puesto en tela
de juicio verdades fabricadas, haber sido el germen de muchas luchas sociales
transformadoras y nacidas de abajo hacia arriba, haber permitido vivir nuevas formas de
democracia que no van contra el sufragio universal sino que lo amplían, haber
formado a toda una generación de jóvenes en algo tan revolucionario como asistir
a una asamblea, contrastar opiniones e intentar llegar a consensos. Uno
entiende la prisa de algunos para que el 15M se incorpore a la normalidad, se
institucionalice y se ajuste a los patrones preconcebidos de siempre. Cuando
eso ocurra será cuando empiece a fracasar. Mientras tanto, sus victorias se
saborean en cada rincón del mundo cada vez que se rompen esquemas que, como
hemos visto, no nos llevan a ningún lado.
Publicado
en EL PERIÓDICO EXTREMADURA el 20 de mayo de 2013.
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