En casa de mis tíos había colgada una reproducción de este cuadro. Y tras ver un cortometraje de terror titulado "La Gioconda está triste" empecé a admirarlo de manera casi obsesiva. Cuando lo vi en el Louvre no pude disfrutarlo: cien mil hijos del sol naciente lo bombardeaban con flashes a pesar de todas las indicaciones.
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