Hace
más de 20 años que comencé a colaborar en Extremadura con una organización de
Derechos Humanos. En las múltiples charlas que di por centros educativos y
asociaciones siempre había alguien buscando un titular y preguntando cuál era el
mayor problema de Derechos Humanos en España o en el mundo. Mi respuesta
siempre era la misma, la que solía utilizar nuestra organización y que
recomendaba no establecer tablas de clasificación como en una liga de fútbol. En
aquellos tiempos en los que el terrorismo parecía el más grave asunto
humanitario de este país, había que ser muy atrevido para poner un par de problemas
más encima de la mesa y que fueran de mayor gravedad.
Hoy
sigo pensando que de poco sirve hacer un ranking,
pero he de reconocer que durante años no nos atrevimos a decir algo sobre lo
que teníamos muchos datos. Aunque nos parezca extraño, había y hay por aquí
violaciones de derechos humanos más crueles que el más brutal de los
terrorismos. Si exceptuamos el año 2004, en el que murieron casi 200 personas
en los trenes de Madrid de un aciago 11 de marzo, en los últimos 30 años ha
sido siempre mayor el número de víctimas de violencia de género que de
terrorismo. Ni que decir tiene que la trascendencia mediática y la utilización
de recursos públicos para combatirlos ha sido muy dispar, y uno no quiere creer
que esa distinción dependiera de quiénes eran las víctimas, si conocidos
políticos o mujeres anónimas. Pero la realidad es que semana a semana siguen
siendo asesinadas y no hemos logrado todavía reunir las fuerzas de toda la
sociedad para que esta situación pase a estar en la primera página de la agenda
política y ciudadana.
Uno
tiene la esperanza de que el próximo sábado sea el día en que todo empiece a
cambiar. En las calles de Madrid van a estar manifestándose no solo las que han
sufrido, las feministas o las asociaciones de mujeres, sino que se espera que
la ciudadanía de todos los colores y edades se dé cuenta de que no se puede
dejar pasar el tiempo. No sé dónde escuché por primera vez aquello de “nos las
están matando”, pero cada vez que interrumpen un boletín de noticias uno no
puede dejar de pensar en ellas, en mujeres como nuestras madres, hermanas,
compañeras, hijas o amigas, que están siendo asesinadas sin la respuesta contundente
de la sociedad. Así que este 7 de noviembre será el día, pasaremos esa página y
abriremos una nueva en la que la violencia machista se vea acorralada por la
unanimidad de todo el mundo, y empezaremos a no consentir la desigualdad y la
violencia en ningún lugar: ni en las escuelas, ni en los centros de trabajo, ni
en los hogares, ni en los programas de televisión, ni en las letras de las
canciones, ni en esos míseros chistes que no tiene ni la más mínima gracia. Las
queremos vivas, a todas.
Publicado en el diario HOY el 4 de noviembre de 2015
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