Me gustaría conocer la trazabilidad
de las palabras y las expresiones que usamos. No me refiero a la etimología,
que para eso ya hay lingüistas que han investigado todos los orígenes posibles,
sino al proceso que lleva a que determinadas palabras que casi nadie usaba
pasen a ser omnipresentes. Alguien que tenía que valorar proyectos y
estrategias comentaba que era difícil encontrar una página en la que no
apareciera el verbo implementar o las famosísimas sinergias y resiliencias. Son
palabras que ya existían pero que tenían un uso muy restringido y que han dado
un salto y ya se pueden escuchar en las tertulias de los medios de
comunicación. Bienvenidas sean estas nuevas modas si lo que hacen es enriquecer
las escasas dos mil palabras con las que se manejan diariamente la mayoría de
las personas y que acaban por dar la razón a quienes nos venden lo de aprender
un nuevo idioma con solo mil.
Luego están aquellas expresiones que
parecen traducciones calcadas y que a simple vista nos parecerían incorrectas,
como ocurre con poner en valor. No hay discurso que se libre de la locución y
hace ya unos años, cuando empezó propagarse como un virus, el profesor Lama mepuso en la pista de que el diccionario de Manuel Seco la recogía y usaba como
fuente una noticia de este diario HOY de 24 de septiembre de 1974.
No son estas las expresiones que nos
sacan de quicio a los que tenemos cierta preocupación por el lenguaje sino
otras, que se clavan como canción pegadiza de la que uno no es capaz de
zafarse. Hace ya unos años escribí sobre esa horrible coletilla de los
políticos de rematar cada propuesta con un "como no podía ser de otra
manera". En este caso ya no es un problema de construcción gramatical sino
de consideración intelectual hacia el oyente, porque salvo que el político en
cuestión nos esté recitando el principio de Arquímedes o algo similar hay
millones de cosas que pueden ser de otra manera (y en muchos casos sería
deseable). Imagino que alguien les habrá dicho que con ese colofón la afirmación
se hace más rotunda y creíble, que convierte su propuesta en indiscutible.
Lo peor que hemos encontrado en los
últimos años es la invasión en todas las conversaciones de algunos de esos
engendros procedentes del lenguaje político como la falsa disyuntiva del
"sí o sí", el horrible "eso no, lo siguiente", por no
mencionar a los que convierten el verbo "flipar" en transitivo o a
los que no dejan de "petar" a todas horas, quizá ignorando el origen
del verbo. Sería insoportable si no fuera porque estas nuevas expresiones serán
pronto tan viejunas como el "guay del Paraguay", el "chachi
piruli" o "la cagaste Burt Lancaster". Mientras tanto me gustaría saber quién puso
de moda alguna de estas que nos asaltan día a día y que, en opinión de más de
uno, merecerían un reproche social por los daños que nos causan cada vez que
las escuchamos.
Publicado en el diario HOY el 12 de julio de 2017.
No hay comentarios:
Publicar un comentario