Hay un par de poetas
catalanes que me encantan y de los que, de vez en cuando, me vienen a la
memoria algunos de sus versos sueltos. De Miquel Martí i Pol he aprendido como
consejo aquello de pasar la hoja y no empeñarse en leer la misma página. El
domingo arrancaremos la última del calendario y tan peligroso será creer que no ha pasado nada antes, como pensar que lo que ya ha ocurrido sigue siendo un presente inalterable. El tiempo existe y parece que es una cuestión unánime
para físicos, filósofas y hasta teólogos. Aunque no hagamos nada, el tiempo
todo lo cambia. Y quien no crea lo que digo que rebusque en la caja de sus
fotografías viejas y se mire luego al espejo para deshacer el equívoco.
El año que viene habrá que
desenredar líos, habrá que buscar salidas honrosas, habrá que no volver a caer
en errores cometidos y habrá que poner en orden lo que es prioritario en el
mundo, en nuestro continente, en nuestros barrios y hasta en nuestras casas. Muchas
veces nos pierde lo más inmediato y no reparamos en que lo más importante se
puede estar gestando en otro lugar del planeta y que será demasiado tarde
cuando intentemos atajar sus consecuencias. La sequía que han sufrido en amplias zonas de África hacen presagiar hambrunas que impulsarán a la población
a huir de la muerte hacia el norte, hacia el continente europeo en el que
habitamos. Si este año perecieron más de 3000 personas en el Mediterráneo, se
calcula que la cifra se podría llegar a duplicar debido a esas sequías y
hambrunas generalizadas. Un número que no nos dice nada porque no tenemos
referencias para calibrar su medida: quizá les diga más que cada año se nos ahogan en nuestro mar tanta gente inocente como aquel 11 de septiembre en el
que se cayeron las torres gemelas.
El año que llega será clave
para saber si estamos dispuestos a luchar para que haya más libertades en el
mundo. El panorama es desalentador porque Trump tiene sus seguidores y todo
aquel que se atreva a discrepar de lo oficial va a ver cómo se escudriñan cada una de las palabras escritas o pronunciadas. Estamos, además, en la antesala de
algo que ya creíamos superado: tantos años nos hartamos de decir que todas las
ideas eran legítimas siempre que no se utilizara la violencia, y ahora tenemos
la duda de si un día acabará siendo delito estar a favor de la república, de la
abolición de la tauromaquia o de la ayuda humanitaria a quienes huyen de la muerte en África y llegan a nuestras playas.
Mientras pasamos página me
acuerdo de ese otro poeta catalán que despierta mi curiosidad y que se llama
Joan Margarit. Escribe cosas como que la libertad es la razón de vivir, un
extraño viaje, el alba en un día de huelga general, ir indocumentado o una
librería. Esperemos que siga habiendo libertades (y librerías).
Publicado en el diario HOY un 27 de diciembre de 2017.
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