12 enero, 2022

Verdades y porqueros

Mientras muchos empiezan el año con el buen propósito de ingerir alimentos más sanos y de un modo más comedido, una derivada nutricional de este asunto se nos ha colado en todas las televisiones, radios, artículos de prensa y hasta en el debate político. Como ya casi todo el mundo tiene una opinión sobre el tema, no les cansaré con otro análisis de lo ocurrido desde que The Guardian” entrevistara a nuestro ministro de consumo. Como mucho, me atrevería a recomendarles que acudan a la hemeroteca de HOY y lean “Bulo y bula de carne”, de Antonio Chacón, o “Garzón y el chuletón”, de José Ramón Alonso de la Torre: en ambos textos encontrarán una visión más profunda, con más gracia y mucho mejor explicada que la yo podría aportar.

 Pero de todo este asunto, por muy preocupante que sea lo de la profusión de esas granjas gigantescas, quizá debiera inquietarnos la facilidad con la que nos pueden colar, como si fueran auténticos, unos hechos que no han ocurrido o unas declaraciones oportunamente tergiversadas y extendidas, de forma coordinada, por medios con intereses particulares.

La mentira no nació ayer. Desde la prehistoria hasta nuestros días ha formado parte de lo cotidiano y también de lo imaginado: muchas obras de teatro, novelas, películas o series tienen en la ocultación o manipulación de realidades el hilo conductor de las tramas. Cuando nos las encontramos en la ficción, las mentiras pueden ser ingeniosas o intrigantes, pero todo cambia cuando nos inundan la vida, en la que no debiera haber ni trampa ni cartón.

El “Washington Post” se dedicó a contabilizar entre 2017 y 2021 todas las mentiras contrastadas que habían salido de los labios de Donald Trump, de sus asesores y de miembros de su gobierno. La cifra llegaba a las 29.500 tras cuatro años de mandato, con lo que habría que suponer que la maquinaria de la Casa Blanca tenía que inventarse unas 20 trolas cada día, tarea que me resulta agotadora con solo pensarlo. De esa época quedará para la historia aquella portavoz gubernamental llamada Kellyanne Conway, la que habló por primera vez de “hechos alternativos” como sinónimo del engaño construido.

Si trivializamos la mentira, si no salimos al paso de cada una, si no sacamos los colores a quienes las pronuncian y las difunden, estaremos poniendo en juego la democracia y las libertades. Las opiniones han de ser siempre libres pero los hechos necesitan estar apoyados por la realidad y por datos contrastados y verificados. Para gustos se hicieron los colores y los sabores, de manera que cada uno puede considerar su manjar preferido una fruta de temporada, un jamón de la dehesa extremeña o unas salchichas cuya textura no difiere mucho del envoltorio plástico en el que vienen envasadas. El problema es que nos engañen diciendo que los tres alimentos son igual de buenos.

Dicen que la famosa frase en la que aparecen juntos Agamenón, la verdad y su porquero suele estar mal citada, así que me comprometo a leer de nuevo “Juan de Mairena” para no meter la pata. Las verdades, aunque las digan los porqueros, no tienen que convencernos: solo necesitamos que sean verdades.

 

Publicado en el diario HOY el 12 de enero de 2022

 


 

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