09 febrero, 2022

Virtudes del error

Hay gente que no pasa por alto el mínimo error de los demás. Sin embargo, los que siempre tardamos mucho en dar con la tecla, acabamos por desarrollar un cierto aprecio por cada fallo cometido. En aquel lejano tiempo en el que daba clases, tenía la costumbre de aprovechar cada fallo de un alumno para agradecérselo, porque me daba la oportunidad de analizar las razones de la equivocación y, de paso, advertir de otros casos similares que nos podrían ir apareciendo.

¿Hay alguien que no se haya equivocado jamás? Si creyéramos en seres divinos los mencionaríamos el instante, ya fuera directamente o a sus vicarios en la tierra, los que hasta hace poco gozaban de infalibilidad cuando hablaban “ex catedra”. ¿Nadie se ha dejado las llaves dentro de casa, nadie ha llenado de gasoil un coche de gasolina, nadie a echado perder un flan tras confundir la sal con el azúcar? Los despistes y descuidos pueblan nuestro día a día, en cosas sin importancia como estas, que se solucionan en un taller de coches o llamando a un cerrajero, y también para asuntos más delicados.

Una vez que se ha metido la pata ya no hay vuelta atrás, así que lo mejor es no fustigarse y no intentar culpar a los demás de los desatinos propios. Como decíamos en las rimas de nuestra infancia: a otra cosa, mariposa. Me imagino que a todo el mundo le ha pasado alguna vez que, después de llorar y lamentar lo que parecía el fin del mundo, nos damos cuenta de que el león no era tan fiero como lo pintaban. Quizá más de alguno de los que el jueves estaba cabreado por la nueva normativa laboral, se encontrará con la sorpresa de que su sempiterno contrato encadenado, precario y temporal se acaba convirtiendo en indefinido, algo que es lo primero que te preguntan en el banco cuando vas a pedir un crédito, por pequeño que sea.

Me solidarizo con Alberto Casero y deseo que un despiste sin importancia no le haga creer que ha llegado el apocalipsis. Además, no entiendo el escarnio que se hace con él metiéndose hasta con su aspecto físico, un asunto que creí que las personas olvidaban al llegar a la madurez intelectual. En todo este caso me han preocupado más los defectos de ese acierto temporal que urdieron los navarros Sayas y Adanero. Casero se equivocó y ya está, pero los diputados de UPN lucían con altanería una de esas jugadas típicas de las malas artes políticas: comprometerse a un apoyo y hacer lo contrario en el último minuto, cuando al que has engañado no le da tiempo de reaccionar.  

Dicen que por primera vez en cuarenta años la legislación laboral se va mover, aunque sea milimétricamente, en el sentido de dejar de recortar derechos a los más débiles. Ministros como Boyer, Solchaga, Rato, Solbes o Montoro se encargaron, siempre que pudieron, de hacer lo contrario y favorecer a los que tenían la sartén por el mango con un paternalista “tranquilos, trabajadores, que todos estos recortes y flexibilidades los hacemos por vuestro bien”.  El tiempo dirá si fue un error fatal o un acuerdo virtuoso.

Publicado en HOY el 9 de febrero de 2022 



 

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