04 octubre, 2023

Modales parlamentarios


Nuestra profesora de lengua en COU nos llevó a ver un juicio para que escucháramos en vivo y en directo las características del lenguaje jurídico. No sé si destaqué en mi cuaderno aquella “venia” que tanta gracia nos hacía o todas las formas conjugadas del verbo proceder. Años más tarde conocí a varios profesores tan implicados en impartir una enseñanza experiencial -es el término que ahora se usa-, que iniciaron a sus alumnos de primaria a participar en debates en los que no se interrumpía a los demás y se guardaban cuidadosamente las formas. Hasta tal punto, que algunos retiraban la palabra pedida para indicar que estaban de acuerdo con la argumentación de su compañera y así cedían tiempo para que surgieran otras voces. 

Quiso el destino que algunos de estos amigos acabaran representando al pueblo en algún parlamento y me confesaron que jamás se atreverían a llevar a su alumnado a ver un debate en el hemiciclo. Especialmente si las sesiones prosiguen tras el receso del almuerzo, donde los caldos provocan una desinhibición total de las bancadas y el comportamiento de algunos padres de la patria se asemeja más al de una grada de fútbol británico de los 80. 

Confieso que no he seguido al dedillo todos los rifirrafes parlamentarios de las últimas semanas. Lo que no entiendo es por qué quienes nos representan no son capaces de seguir unas normas básicas de lógica y respeto, eso mismo que exigiríamos a nuestros escolares. Si haces un discurso para presidir un país, lo mejor sería desgranar cada propuesta importante y señalar cuánto tiempo tardarás en implementarla, cuánto nos costará y de dónde sacarás (o detraerás) el dinero para hacerla realidad. Si tu propio programa de investidura se centra en acusar de deslealtad a otro futurible candidato que hasta ayer no sabíamos si sería propuesto, entonces no estás cumpliendo con lo que le exigiríamos a un chaval de secundaria. 

Pero si en la respuesta a ese discurso, que debería haber consistido en desmontar una tras otra cada propuesta gubernamental de Feijóo, sacas al orador más incisivo y mordaz de tu grupo con un discurso ad hominem e ignorando el objeto de la cuestión, pues quizá tampoco se esté dando un buen ejemplo ciudadano. 

Mi paisano Labordeta, al que le tocaba hablar a última hora de la tarde cuando ya estaban vacías las botellas del bar de las Cortes, mandó a la mierda a unos señores con gomina y enchaquetados que le llamaban viejo y trataban de desconcentrarle. Luego me dijo alguien que los que seguimos por la tele los debates sí podemos escuchar al orador, pero que allí la algarabía supera en decibelios a un grupo de la ESO que lleva media hora sin profesor. ¿Por qué hemos dado como válido que en los parlamentos existan comportamientos que en un instituto supondrían un suspenso por no atenerse a lo que se pregunta y un expediente por pésimo comportamiento? 

No, los parlamentos no aceptan visitan escolares como la que yo hice a aquel juzgado. No es por temor al mal comportamiento de los más jóvenes sino porque los modales de algunos diputados, que ignoran el significado literal de lo que es un debate parlamentario, escandalizarían a nuestros pequeños.










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