17 octubre, 2023

En medio de Oriente

Tras la primera guerra del Golfo había muy mala conciencia en Europa por todo lo ocurrido y lo ocultado. Los 408 civiles muertos aquel 13 de febrero de 1991 en el refugio de Al-Amiriyah debieron pesar tanto, que hasta Bush padre se apresuró a participar en una conferencia de Paz en Madrid a finales de ese mismo año. Se abría la esperanza de que todo era posible porque ya habíamos visto en libertad a Mandela y eso significaba que otros conflictos de odio, discriminación y violencia podrían ir superándose con más diálogo que con ejércitos. 

En 1993 llegaron los acuerdos de Oslo, en abril de 1994 todo el mundo pudo votar en Suráfrica, Mandela se alzó con la victoria y Arafat, Simon Peres e Isaac Rabin recibieron el Premio Nobel de la Paz a finales de ese año. No fue nunca un proceso fácil y siempre estuvo lleno de contradicciones, pero no era imposible. Al año siguiente, un aciago 4 noviembre de 1995, la vida de Isaac Rabin se la llevaba por delante un ultrasionista llamado Yigal Amir y muy contrario a los acuerdos de Oslo.

No tardamos en darnos cuenta de que había gente que se sentía más a gusto en la guerra que en la paz, especialmente quienes han consagrado su vida y su profesión a empuñar armas y disparar misiles, sin importarles que sus objetivos estratégicos o militares sean jóvenes que se divierten en un festival o un millón de ancianos, mujeres y niños a los que se les corta el agua y la luz, se les bombardea ciegamente y se les destruyen sus casas.

Se oye con frecuencia eso de que los extremos se tocan y no es del todo cierto. Lo que sí ocurre es que se retroalimentan. A quienes estaban deseando arrojar al mar a la población palestina que malvive en Gaza, los atentados de Hamás les habrán servido como coartada. Y la masacre de estos días en Gaza empujará a los hijos de las víctimas a inmolarse en un futuro no demasiado lejano, porque quienes sobrevivan a esta barbarie seguirán acumulando ira y soltándola, ya sea a gota a gota o a borbotones. 

No sé si volveremos a ver en este siglo una foto como la de Arafat, Peres y Rabin en 1994. Todo hace indicar que tardaremos porque la dinámica del XXI no es nada propicia para pontífices – en el sentido literal de la palabra – y sí para quienes quieren dinamitar todos los puentes de diálogo y centrifugar a toda la población hacia el odio eterno a quienes no son, no piensan, no creen y no viven igual que ellos mismos.  

No dejemos de reclamar la paz para todos los seres humanos, porque tan inmerecedores de la muerte eran quienes cayeron el 7 de octubre a manos de Hamas, como los que desde el día siguiente huyen sin luz ni víveres hacia el sur de Gaza. Y tampoco se debiera olvidar el pasado: una historia en la que hay genocidios vergonzantes para el género humano, desde las poblaciones indígenas de América al esclavismo en África, pasando por el Holocausto o el drama eterno de saharauis y palestinos. 

Publicado en el diario HOY el 18 de octubre de 2023




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