29 noviembre, 2023

Palabras que hieren e incumben

    Cada fin de año la Academia nos avanza nuevos términos que llaman a la puerta del diccionario. Durante un par de días la lexicografía tiene su momento de gloria y todo el mundo parece tener criterio para aplaudir la entrada de 'machirulo' o indignarse por ese 'báner' que nos aparece en las páginas de internet y que tendrá que llevar una tilde de más y una ene de menos.

    De la cosecha de este año me gusta la sonoridad onomatopéyica del 'chundachunda' y me ha sorprendido que 'enchufable' haya tenido que montarse en un coche eléctrico para aparcar en el diccionario con la categoría de sustantivo, como si no tuviéramos en casa cientos de aparatos que también lo son.

    A quienes nos gustan demasiado los juegos de palabras por su capacidad para hacernos reír sí que nos molesta que, en demasiadas ocasiones, se las use para engañar y tergiversar. Si una bomba cae en un hospital de forma deliberada y esa explosión causa la muerte a un centenar de personas de corta edad podemos explicarlo de varias maneras. Unos dirán que cien niños fueron asesinados por un proyectil dirigido a uno de los pocos centros sanitarios que quedaba en pie en un determinado lugar, mientras los contrarios lo describirán como una acción defensiva que ha conseguido su 'objetivo militar estratégico' de aniquilar un comando terrorista con el 'daño colateral' de algunos menores de edad, que eran usados como escudos humanos.

    Los 'menores de edad' parece que no dan tanta pena 'los niños', los 'daños colaterales' no suenan tan dolorosos como la crudeza de unos 'bebés destrozados' y los 'objetivos militares estratégicos' tienen siempre el perdón de los dioses, en cualquiera de sus nomenclaturas de mercado. Hacer 'zapping' en tiempos de guerra es un ejercicio estimulante para quienes tenemos la curiosidad de analizar las palabras precisas y las expresiones perfectas. Sin embargo, cada palabra elegida esconde en muchas ocasiones una intencionalidad abyecta: la de dulcificar la barbarie de unos y la de criminalizarla si son otros los que la cometen.

    Hace años que Eduardo Galeano nos diseccionó esta técnica en aquel texto sobre esos nadie que no hacen arte sino artesanía, no practican cultura sino folklore, no son seres humanos sino recursos humanos, no tienen cara sino brazos, no tienen nombre sino número, que no figuran en la historia universal sino en la crónica roja de la prensa local, que cuestan menos que la bala que los mata.

    Las palabras tienen en muchas ocasiones la intencionalidad de deshumanizar. Lo vemos cada vez que alguien denomina a un adolescente llegado en un cayuco desde Senegal o de Gambia, como los que vemos hoy por las calles extremeñas, con unas siglas tan despectivas como 'menas'.  Debería incumbirnos que esto ocurriera tanto a nuestro lado y deberíamos reprocharlo. Por cierto, 'incumbente' es una de esas nuevas palabras del diccionario, que así llaman en el español de América a quien goza de un empleo público de relevancia. Todos los días se aprende algo.

Publicado en el diario HOY un 29 de noviembre de 2023

 

 

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