13 diciembre, 2023

Seamos amables


Cada vez que me encuentro por la calle a mi amigo Miguel somos incapaces de mantener una breve conversación y todo se convierte en un torbellino de recuerdos y ocurrencias que se acaban alargando. En una de estas ocasiones alguien le dijo adiós y él contestó efusivamente y con su habitual alegría. Así que, movido por una curiosidad malsana, le pregunté quién era la persona a la que acababa de saludar y, para mi asombro, me contestó que no tenía ni la más remota idea.

 

Y es que Miguel tiene un hermano gemelo que, a buen seguro, sí conocería a aquel viandante. Como ya ha aprendido a lidiar con esas situaciones, me lo explicó con estas palabras: “no voy a hacer quedar mal a mi hermano por ahorrarme una sonrisa y un hasta luego”. Este episodio me hizo reflexionar sobre lo sencillo que es repartir cordialidad y hacer la vida más amable, mientras que en otros foros avanzan a pasos agigantados las hordas de quienes se dedican a sembrar odios, esparcir maledicencias y convertir cada palabra en un dardo envenenado con el que zaherir a los demás.

 

¿Por qué se han abandonado los discursos cuidados, las intervenciones claras y concisas, o las explicaciones ilustrativas, por una batería orquestada de zascas en su nueva acepción académica de 2019? ¿Qué razón existe para que cada intervención de un político, de un futbolista o de cualquier otra persona conocida por el gran público se haya convertido un entrenamiento de las modernas batallas de gallos raperas o los antiguos piques entre Juanito Valderrama y Dolores Abril? ¿Tiene lógica que los debates sobre asuntos de gran importancia humanitaria se diluciden con tuits prefabricados por equipos de comunicación, donde lo que menos importa es el asunto y lo único que se pretende es noquear al oponente?

 

En algún momento será necesario detener esta espiral de enconamiento verbal cada vez más generalizado, donde se empieza hablando en un chat de fusilar a 26 millones de españoles y se acaba frivolizando la idea de colgar por los pies al presidente del Gobierno, como ya le ocurriera a Benito Mussolini.

 

En las próximas semanas llega el solsticio de invierno y en muchas culturas se aprovecha la ocasión para celebrar festividades religiosas y desearse paz, concordia, salud y hasta prosperidad. Sabemos que la paz no va a llegar ni a los grandes escenarios bélicos que conocemos, ni tampoco a los que están tan olvidados que ni salen en los telediarios. La concordia se ha vuelto una especie en peligro de extinción, la salud dependerá de lo que cuidemos nuestro sistema sanitario público, y la prosperidad va por barrios y muy mal repartida.

 

De aquí a fin de año no podremos solventar los grandes problemas del mundo, pero sí es posible quitarle hiel: una sonrisa a tiempo, un hola o un adiós cordial son, de momento, tres poderosas herramientas gratuitas, fáciles de aplicar y manejables por cualquiera. Aunque lo que coticen al alza sean las acciones en las que se muestra dureza, intransigencia, malos modos y zascas hirientes, siempre podemos hacer como mi amigo Miguel, que sigue saludando con alegría incluso a quien desconoce.

Publicado en el diaro HOY el 13 de diciembre de 2023 




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