Ayer de madrugada hubo un corte de agua en mi calle. En casa ya no nos preocupamos demasiado porque nos ocurre casi todos los años: por la mañana hacen una zanja y lo suelen reparar en el día, pero ayer tuvimos suerte y a la hora de comer ya salía el agua por los grifos. Durante las horas en las que tuvimos que recurrir a garrafas que guardamos para estos casos tan repetidos, nos imaginamos cómo lo estaría pasando la población de Gaza, a la que el gobierno de Netanyahu cortó el suministro de agua tras los atentados del pasado 7 de octubre.
Y es que tras el ataque terrorista de Hamas llegaron los cortes de luz, alimentos y combustibles. La respuesta a los atentados terroristas no fue una acción militar de legítima defensa frente al agresor, sino un castigo colectivo y despiadado a toda la población, sin importarle que fueran bebés, niños de corta edad o ancianas desvalidas, sin remordimiento por convertir en escombros los hogares, sin piedad a la hora de colocar los hospitales en el punto de mira.
Se van a cumplir tres meses y cada imagen que nos llega sacude el alma de toda aquella persona que tenga una. Un día tendremos que hablar de los desalmados, a los que el diccionario atribuye siete sinónimos como siete plagas: crueles, despiadados, malvados, bárbaros, perversos y malignos. Los desalmados tienen excusas para todo y muchas de ellas ya las hemos visto utilizar en otros lugares del mundo. Es así como los seguidores de Netanyahu, a quien nunca debemos identificar ni con todos los judíos del mundo ni con la mayoría de la población israelí, culpan a los gazatíes de usar a los niños como escudos humanos y anteponen los objetivos militares a cualquier vida humana, por muy inocente que sea.
No es que no se respeten los Derechos Humanos de la población palestina que vive en esta franja, es que se han sobrepasado todas las barreras imaginables y se ha caído en la mayor de las degradaciones: la de deshumanizar no solo a los terroristas del 7 de octubre sino a todos los seres vivos que pueblan aquel territorio, sin preguntarse si han cometido algún crimen y arrasando todas las instalaciones, edificios, casas y escuelas.
El séptimo sinónimo de desalmado que encontré en el diccionario es ‘inhumano’. El gran peligro de estos días es que creamos que los códigos de Netanyahu, de quienes le apoyan y de los que no se atreven a reprobarle nada, acaben por legitimar moralmente una respuesta militar que cada día da más muestras de emular otros intentos de exterminio que en el mundo ha habido. ¿Dónde debemos situarnos moralmente ante los crímenes de guerra? ¿Reprobarlos y expulsar a sus países de la comunidad internacional como se ha hecho con la Rusia de Putin o disculparlos como ‘excesos” de un gobernante que solo pretende protegerse de ataques terroristas?
El día en que dejemos de reprochar moralmente los posicionamientos inhumanos, habremos retrocedido 75 años en la Historia. Si no queremos repetir lo peor del siglo XX, cambiemos de rumbo a este XXI del que ya llevamos casi un cuarto consumido. No aceptemos lo inhumano.
Publicado en el diario HOY un 27 de diciembre de 2023.
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