05 febrero, 2025

Trump, segunda temporada

He repasado los periódicos de hace ocho años, cuando Trump llegó por primera vez a la Casa Blanca y este mundo se llenaba de incertidumbres. En aquel momento las ultraderechas del mundo apenas contaban con el húngaro Orban en el poder y con un Frente Nacional galo que, aunque llevaba años ganando adeptos, todavía tenía en frente a todos los partidos democráticos franceses.

La segunda temporada de trumpismo ha llegado ya a la mitad de estos nuevos años 20, que no creo que vayan a ser tan felices como los del siglo pasado, aquellos que acabarían en la gran depresión de 1929. Después de aquel triunfo de Trump llegaría Bolsonaro a Brasil, hoy tenemos ya a una neofascista como primera ministra italiana y a un partido casi neonazi amenazando con volver a manejar sus hilos desde Berlín. Todos estos avances de la ultraderecha en países como Argentina, o la irrupción de nutridos grupos parlamentarios xenófobos en casi todas las cámaras legislativas europeas no habrían sido posibles si no se hubiera permitido que se instalase en nuestras vidas, con toda la naturalidad del mundo, una red perfectamente diseñada para fabricar mentiras y falsedades, para atemorizar a quienes menos información tienen con titulares llamativos y para crear chivos expiatorios fáciles de odiar.

¿Es inevitable la llegada a tantos países democráticos de gobiernos claramente xenófobos, autoritarios y enemigos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos? Pues quizá llegamos un poco tarde, porque cada vez se extienden más los bulos y mentiras prefabricadas que no tienen más objetivo que inyectar adrenalina patriótica entre la gente más visceral y menos reflexiva. Hace diez días pude leer en estas páginas una descripción dantesca sacada de una novela de Jean Raspail, que imagino será ya el libro de cabecera para todos los irradiadores del trumpismo porque lo citaba Steve Bannon cada dos por tres. Me estremecía de aquel texto que en una región como Extremadura, que pierde población año tras año, haya quien se preocupe por 50 jóvenes llegados en cayuco y a quienes se ha cedido un simple espacio de refugio. Si jugaran bien al fútbol serían nuestros héroes nacionales, pero solo son jóvenes que huyen de la muerte, como hacen los rubios de la serie “Familias como la nuestra”, la que cuenta las desventuras de los ricos daneses que buscan auxilio ante el hundimiento de su país en el mar.

La testosterona visceral e irreflexiva está tomando posiciones en los puestos de mando del planeta. La pena es que, en lugar de imaginar un mundo habitable en el que nos salvemos todos, no hacen más que gritar eso de sálvese quien pueda. Ya no está de moda pensar cada movimiento y sus consecuencias, como haría una buena jugadora de ajedrez, y los mandamases han decidido calzarse unos guantes y empezar a repartir tortas sin ton ni son, con el aplauso enfervorecido de quien no ve más allá de su nariz. Las ideologías de extrema derecha de hoy se cimientan en lo mismo que hace cien años: en que no todos los seres humanos deben ser libres e iguales. De esto va la segunda temporada de Trump, así que esperemos un giro de guion.




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