Ignoraba cuántas acepciones tenía la palabra ‘diplomacia’ hasta que la busqué en el diccionario el pasado fin de semana. Además de algunas definiciones técnicas sobre asuntos de relaciones internacionales, los lexicógrafos nos han apuntado también una serie de sinónimos, afines y antónimos de la diplomacia sobre los que no dejo de pensar.
Las recientes imágenes de Zelenski en la Casa Blanca me han retrotraído a aquellos días de febrero de 2022, cuando todas las cadenas de televisión colocaban una bandera de Ucrania en una esquina de las pantallas. Incluso en los partidos de fútbol ponían los colores azul y amarillo junto al minuto de juego y el resultado, para que quien estuviera viendo su deporte favorito no perdiera conciencia de lo que estaba ocurriendo en esa zona de Europa. En algún edificio público también colocaron la enseña ucraniana en la puerta principal durante muchos meses, para que nadie olvidara los sufrimientos de aquel país. Sin embargo, no se hizo lo mismo con la bandera de las gentes de Palestina, que a pesar tantos ataques con tintes genocidas no han merecido la misma consideración simbólica.
El episodio de Trump y Vance acorralando a Zelenski se analizará en las escuelas diplomáticas como un antónimo de diplomacia. No hay nada parecido al “respeto”, a la “habilidad”, a la “delicadeza” o a las “buenas maneras”, que esas palabras afines que encontré en el diccionario. La escena se parece más a la de una enésima secuela de El Padrino que a un encuentro entre dirigentes de dos estados soberanos.
¿Qué podemos esperar de un mundo en el que los mandatarios más poderosos tienen comportamientos muy parecidos a los del gansterismo y tan alejados de la diplomacia? Pues se lo pueden imaginar: nada bueno para casi nadie en el planeta, independientemente del lugar en el que se viva y las condiciones que se tengan. Trump y el trumpismo no avanzan solos, lo hacen con un apoyo económico y mediático descomunal y muy eficaz, porque consiste en convencer a una buena parte del electorado de que la culpa de no disfrutar de un buen empleo, de un salario decente o una vivienda digna la tienen gentes de otro color de piel, de otra lengua, de otra cultura y que todavía son más pobres y desdichados.
¿Era la diplomacia la panacea para lograr un mundo más justo y más humano? Pues ya sabemos que no. A lo largo de la historia la diplomacia ha fracasado en multitud de ocasiones aunque acabara guardando, relativamente, las formas. Ahora, sin embargo, ya hemos visto que el respeto, la habilidad y las buenas maneras propias de la diplomacia han desaparecido por completo del manual de instrucciones del trumpismo y que sus seguidores en todo el mundo (¡sí, también en Europa!) jalean más a quienes se comportan como matones de los bajos fondos. Europa se prepara para lo peor: para soportar la alianza de intereses entre dos sátrapas, poniendo al viejo continente como campo de batalla y con el estúpido aplauso de un alto porcentaje de europeos que creen que sus gansters favoritos son mejores que ese invento woke llamado diplomacia. Quizá esto sea lo más preocupante y doloroso.
Publicado en el diario HOY el 5 de marzo de 2025
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