Ayer fue uno de esos días teñidos de color violeta en el calendario, diferente al 8 de marzo pero con mucho en común. Todavía habrá quien no sepa por qué cada 25 de noviembre se celebra el día internacional para la eliminación de la violencia hacia las mujeres, ni tampoco conocerán la historia de tres hermanas que vivieron en una isla del Caribe y que fueron asesinadas un 25 de noviembre de 1960.
Minerva, Patria y María Teresa Mirabal tuvieron la mala suerte de vivir en la República Dominicana bajo el yugo de Rafael Leónidas Trujillo, uno de los más sangrientos dictadores de América Latina, que sometió a su población a torturas y desapariciones forzadas, dejó miles de víctimas y estableció un régimen de tortura y persecución política con un control absoluto del Estado. Las hermanas Mirabal se habían atrevido a poner en cuestión la injusticia generalizada que vivía todo el país y habían creado una agrupación política llamada 14 de junio, por lo que fueron detenidas, violadas y torturadas. Tras salir de prisión el dictador ordenó su asesinato, fueron secuestradas, ahorcadas y rematadas a tiros, para arrojarlas finalmente por un barranco y simular un accidente de tráfico.
En días como estos es necesario sacar a la luz cómo se las juegan las dictaduras, qué barbaridades cometen y qué consecuencias tan graves han tenido para la vida de las personas. Y es imprescindible hacerlo en un tiempo en el que se dulcifican las tiranías del pasado y se llama dictadura, con una ligereza insultante, a gobiernos que podrán cometer muchos errores pero que distan mucho de serlo.
Entre los varones más jóvenes se va extendiendo cada vez más una afinidad a ideas xenófobas, de corte neofascista y con un altísimo componente machista. Algunos pretenden justificar este fenómeno debido a que las leyes contra la violencia de género les tienen oprimidos y que se sienten poco menos que desplazados. Así que llevamos unas 1300 mujeres asesinadas desde que empezaron a contarlas, algo que para vergüenza de toda nuestra sociedad no comenzó hasta el siglo XXI, y ahora nos viene una camada negra, como la que filmara Manuel Gutiérrez Aragón en 1977, pidiendo amparo.
Me pregunto si hemos aprendido y enseñado la Historia como es debido, si estamos dejando colarse en nuestras pantallas una nueva versión de lo sucedido, unos hechos alternativos que no se parecen en nada a lo que realmente ocurrió y que solo sirven para incubar un huevo de la serpiente como el que dirigiera Ingmar Bergman.
Habrá que pisar las calles nuevamente para no olvidar jamás a mujeres como las hermanas Mirabal, las víctimas de aquel 25N del siglo pasado. Habrá que seguir mostrando que somos mayoría quienes creemos en la igualdad y en los Derechos Humanos, habrá que enseñar la Historia con mayúscula antes de que el penúltimo influencer descerebrado convenza a los gallitos del corral con historietas en los que el macho está en peligro de extinción. ¿Serviría de algo que fuera delito la apología del fascismo o la minimización y negación de la violencia machista? Quizá no. Así que tendremos que recordar cada 25 de noviembre: porque el olvido también mata.
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