Hace un par de años escuché por primera vez que los adolescentes varones españoles se sentían acechados por leyes que pretendían garantizar que el cortejo de asedio o el acoso sexual dejara de formar parte de las ancestrales costumbres ibéricas y fueran sustituidas por el consentimiento. En aquel momento me hubiera gustado poder hablar con alguno de esos chavales para que me explicaran en qué consistía ese acecho propugnado por nuevas leyes, qué iban a “perderse” por culpa de normas que establecían que solo una afirmación clara y nítida debía ser válida, pronunciada con la imprescindible y total libertad para tomar decisiones conscientes y nunca bajo los efectos de sustancias, bebedizos o amenazas, ya fueran sutiles o toscas de toda la vida.
Estos primeros días de diciembre suelen recordar los medios aquella entrevista a Ana Orantes, en la que se atrevió a contar los cuarenta años de su vida bajo constante violencia y maltrato. A ella solo le sirvió aquel desahogo para vivir trece días más y ser acuchillada por el mismo asesino con el que se había casado y malvivido. En Extremadura, también a primeros de diciembre y casi tres décadas después, ha comenzado una campaña electoral donde el machismo, la violencia de género o las instituciones encargadas de que no se produzcan ni proliferen están saliendo en las pantallas televisivas y en los periódicos. Parece mentira que casi tres décadas después de la muerte de Ana Orantes haya quien frivolice con una violencia claramente definida y que se ha llevado por delante a tantas víctimas como la suma de muchos terrorismos.
Leo que fue en la plaza de San Jorge de Cáceres donde el representante del trumpismo patrio abrió su campaña electoral en Extremadura y salió en defensa de determinados chavalitos, arremetiendo contra las docentes con unas palabras que he intentado transcribir al pie de la letra: “…Aparte de muchas de las profesoras que padecen estos muchachos que están por aquí, que en los institutos tienen que estar aguantando…de todo. Porque es que decís cualquier cosa y… ¡machistas!”.
Espero que en los próximos días se abandonen los mini vídeos para impactar en redes sociales y se hable y se debata con seriedad de lo que importa a todo el mundo sin excepción: de tener una sanidad pública que cure sin mirar la cuenta corriente del enfermo, de comunicaciones que lleguen a todos los rincones y que sean sostenibles, de reforzar la Universidad pública que tenemos, de dotar a las escuelas e institutos de medios suficientes, instalaciones dignas y ratios manejables para el profesorado, de mejorar los servicios sociales, de conservar el medio ambiente, de apoyar a quienes trabajan la tierra, de cuidar la cultura y a quienes aquí la crean, o de evitar que el artículo 47 de la Constitución se incumpla a diario sin que haya juez ni fiscal que intervenga frente a la especulación.
Pero no olvidemos, como canta Pedro Pastor, a las maestras y profesoras, a las que el neotrumpismo patrio menosprecia y quiere colocar en el punto de mira por cumplir estrictamente con su deber: educar en Derechos Humanos e intentar evitar que cada año se sumen más nombres al de Ana Orantes.
Publicado en el diario HOY el 10 de diciembre de 2025. (Día de los Derechos Humanos).
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