Nunca habíamos escuchado hablar tanto de Bolivia y, de repente, aquellos mismos que ignoraban las tierras andinas parecen no tener ojos ni oídos para otra cosa. Nunca les importó que los indígenas del Altiplano vivieran en la miseria, ni sabían quién era Hugo Banzer, ni les preocupó que millares de personas fueran torturadas y aniquiladas por uno de los mayores sátrapas de América del Sur. Las constituciones de todos los rincones recogen con grandilocuencia que los recursos naturales de cada nación son patrimonio del pueblo soberano, pero todo se tuerce cuando hay alguien que se atreve a poner en práctica medidas que propicien un cambio democrático de las reglas del juego. Hoy apelan a la seguridad jurídica quienes nunca se preocuparon de la seguridad física de un pueblo famélico y empobrecido, se ponen nerviosos ante la bajada de las acciones pero no les importó que millones de bolivianos vivieran con menos de un dólar al día, les estremece que gente de piel oscura reclame para sí aquello que daba enormes beneficios en una cuenta de resultados a miles de kilómetros de Cochabamba. El mundo al revés hace que no sea noticia la quiebra de las promesas electorales y que pase a ser portada el cumplimiento de un compromiso con la ciudadanía. Sacar de la miseria a un pueblo tan maltratado por la historia no será tarea fácil y puede que las acciones del gobierno boliviano no sean la panacea. A quienes se alarman por las medidas de Evo Morales cabría pedirles un poquito de sinceridad: Ya sabemos que la vida de los bolivianos les importa mucho menos que el índice bursátil, pero disimulen un poco, por favor.
Publicado en EL PERIÓDICO EXTREMADURA el 8 de mayo de 2006.
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