20 mayo, 2007

Debate electoral

El debate del jueves partía con el defecto de ser un debate demasiado rígido. Una rigidez que dice bien poco de los asesores, que no se fían de la caballerosidad de sus oponentes para dejarse hablar los unos a los otros y no acaparar el tiempo de los demás.

Ya vemos que es vox populi que Víctor Casco estuvo muy bien y me alegra por dos cosas: porque asegura que la Asamblea de Extremadura contará con una tercera fuerza política (siempre he dicho que la diferencia entre el bipartidismo y el partido único es mínima); también porque supone un triunfo personal de Casco frente a sectores internos de IU que hacen del stanilismo su manera de actuar en política y que le han estado haciendo la vida imposible. Si aquí tuviéramos leyes como las de Francia o Portugal, que obligan a dar igualdad de espacios a todas las fuerzas, IU podría dar a conocer mejor su mensaje y tendría, sin duda, más fuerza de la que tiene. Es más, donde gobierna consigue siempre mejorar sus resultados. Es como el jugador que está siempre suplente y que en cuanto le dan dos minutos es brillante. ¿Será cuestión de darle más minutos de juego?

Carlos Floriano no me sorprendió: sabe que es su última oportunidad y que tendrá que hacer las maletas si no iguala los resultados de 2003. Quizá lo consiga a base de recoger algunos votos a costa de una postura contraria a la refinería que es electoralismo puro, porque sabemos que estaba a favor y que se subió al tren del no para ver qué se pescaba por ahí. Sacarle a Fernández Vara lo de su filiación al PP fue un error garrafal, algo que podríamos definir como el sebastianismo español (para diferenciarlo del portugués): Actitud consistente en sacar en debate publico un asunto que pretende atacar personalmente al oponente y que regresa como un boomerang hacia quien pronuncia el ataque. Floriano pudo enardecer a los suyos, algo que los asesores consideran fundamental, pero no ganó ni un voto de indecisos. Su estilo hubiera sido muy bueno en un mitin pero erróneo en un debate. La próxima vez lo hará mejor (si Acedo le deja). Siguiendo el paralelismo futbolístico, su juego fue como el del madridista Benito en los 70 ó el del bilbaíno Goikoetxea de los 80, agerridos y de juego bronco, muy seguidos por su público pero abucheados por los oponentes e incapaces de arrancar un aplauso de los que no son seguidores acérrimos.

Gillermo Fernández Vara no es Ibarra. Para lo bueno y para lo "malo". No es un polemista y probablemente no enardeció a sus seguidores el pasado jueves. Pero dejando al lado los nervios del escenario, hay que decir que hizo lo correcto, lo que mejor podía hacer: no responder a los ataques de Floriano, no despreciar las opiniones de Casco y transmitir un mensaje de persona de inmensas capacidades políticas y humanas. No dejó con la palabra en la boca a ninguno de sus oponentes, pero dio un mensaje que tal vez sea mucho más eficaz: cree en "casi" todo lo que dice

Un día hablaré del "casi". Las encuestas apuntan una victoria de Fernández Vara y estoy seguro que la victoria hubiera sido mayor y habría superado el mejor de los techos de Ibarra, de no ser por la refinería de marras.

Guillermo es el jugador de calidad, algo parecido a un Messi que se encuentra con un campo regado, embarrado y sin espacios para desarrollar sus capacidades, pero que es capaz de arrancar elogios del contrario. Además tiene en estos momentos "una lesión" que le hace vulnerable por un lado, pero es sin duda un jugador de gran calidad y que en un terreno en buenas condiciones y recuperado de "su lesión" hará olvidar a sus seguidores los éxitos de Ibarra.

Luego contaré algo más de Guillermo Fernández Vara

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