29 septiembre, 2008

Self service

Estas palabras inglesas empezaron por describir a unos restaurantes en los que no es que no hubiera camareros, sino en los que por el mismo precio tenía que hacer uno mismo de camarero. Luego llegaron las gasolineras, en las que suprimieron los sueldos de los mozos por unos guantes de plástico. Esos mismos guantes hubo que usarlos para pesar la fruta en los supermercados, en los que acaban de inaugurar unas cajas en las que ya no hay personas para pasar los productos por el lector óptico y cobrarte. La verdad es que, a este paso, las grandes superficies van a ser un auténtico chollo puesto que no necesitan ni contratar a las cajeras, ni pagar a los reponedores o al personal de promoción. De hecho, sólo necesitarán guardias para tener la seguridad de que no les roban. Los muebles más baratos los venden unos suecos gracias a que los últimos de la cadena de montaje somos los que pasamos por caja. También hay un banco que se vanagloria de dar más interés que ningún otro gracias a que apenas tiene empleados, ni oficinas en pueblos y barrios. A cambio, tienen un teléfono en el que te puedes pasar media hora pulsando botones hasta que una voz amable -aunque grabada- te comunica que no hay ninguna operadora disponible para atenderte. Uno suponía que tanta automatización acabaría bajando los costes y los precios, que nos daría más tiempo libre porque el trabajo se podría hacer en la mitad de tiempo, pero al final lo que ocurre es que se prescinde de los empleados, se hace trabajar a los clientes y las arcas de la empresa engordan. Lástima que no esté Chaplin para una nueva versión de Tiempos Modernos.

 Publicado en la contraportada de EL PERIÓDICO EXTREMADURA el 29 de septiembre de 2008.

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