En infinidad de ocasiones intuimos perfectamente las historias y lo único que nos falta por conocer es la literalidad de lo ocurrido. Algo así nos ha pasado a muchos con los descubrimientos de wikileaks: hacía años que teníamos casi la plena seguridad de que los gobiernos se las gastaban así. Lo novedoso es que ahora hay pruebas que salen por escrito y en documentos oficiales que llevan sello, firma, compulsa y hasta registro de entrada y salida. Así que, una vez desvelado y comprobado que nuestros gobiernos se manejan con una literatura que saca los colores, ahora llega el turno de matar al mensajero. Cuando escribía estas líneas, Julian Assange estaba en búsqueda y captura, sus páginas desaparecían de algunos servidores de Internet, y los mandatarios andaban más preocupados en acallar la verdad que en dejar de cometer crímenes, despropósitos e intromisiones. ¿A quién beneficia? Es la pregunta que no dejan de hacerse los valedores del sistema, apresurándose a encontrar una vinculación entre Assange y el terrorismo internacional. Y uno piensa que las revelaciones de wikileaks benefician a la ciudadanía. No nos vengan ahora con milongas de seguridad. Lo que necesitamos saber los ciudadanos - y nos da igual quién nos lo diga o cómo logre averiguarlo - es si la democracia que decimos defender en el mundo es un sistema respetuoso con los principios elementales de los Derechos Humanos, o si occidente está en manos de una auténtica banda que haría un gran papel secundario para la cuarta parte de El Padrino. Muchos ya imaginábamos la respuesta: nihil novum sub sole.
Publicado en la contraportada de EL PERIÓDICO EXTREMADURA el 6 de diciembre de 2010.
1 comentario:
Concordo con você. Pero... si aún con esto no nos removemos, aunque sea ligeramente... sigo pensando como aquel día en el que le dije "se podrá frenar pero no se podrá parar". Nos subestimamos tanto, creemos que tenemos tan poco que hacer que pensamos que no merece la pena el esfuerzo. Que sigan tirando de nosotros los que van en la locomotora, algunos se caerán, pero ese es el precio de la sociedad del bienestar. Cuando no la tengamos, entonces comenzará la revolución, somos puramente materialistas.
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