El martes se abrían las puertas virtuales de
Hacienda para hacer las declaraciones de renta y una avalancha bloqueaba los
sistemas informáticos. Podría interpretarse como una señal del alto nivel de
concienciación ciudadana por cumplir con su deber, pero hay quien cree que no
es así: más que el deseo ferviente de apoquinar y arrimar el hombro por el bien
común, las prisas eran por cumplimentar las declaraciones lo antes posible, con
la esperanza de que las devoluciones sirvan para vivir un pequeño desahogo. No
hay nada como pagar impuestos en una sociedad que es capaz, con el apoyo de los
que más tienen, de crear servicios que pueden ser utilizados por todas las
personas sin que se les mire su cartera antes de entrar. Por eso no me duele ni
un céntimo de mis impuestos cada vez que me encuentro con gentes muy humildes
en la consulta del centro de salud de mi barrio, donde el médico las llama por
su nombre. Tampoco me duele ese dinero pagado cuando veo los esfuerzos que
hacen la mayoría de los profesores en un mundillo lleno de dificultades, o la
amabilidad de esa funcionaria del registro que siempre está de buen humor y
trasmite calma a los de la cola. Cuando Paco
Fernández Ordóñez inventó aquello de que la Hacienda con mayúsculas éramos
todos, nunca pensó que algún día se daría una puñalada trapera a los que dependen
de una nómina, mientras una puerta legal daba la absolución a los
defraudadores, evasores, especuladores y detentores del dinero negro. Me temo
que Hacienda no vamos a ser todos: unos seguirán siendo hacendados y otros solo
lo seremos comprando la marca blanca de Mercadona.
Publicado en la contraportada de EL PERIÓDICO EXTREMADURA el 16 de abril de 2012
1 comentario:
....mientras el rey, caza elefantes...vaya chorreada de pais!
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