10 septiembre, 2012

Hibernar


Es demasiado pronto para hablar del invierno un diez de septiembre. Nos quedan tardes soleadas, noches de abanico y el veranillo del membrillo antes de que las rebequitas salgan de los armarios. Pero un botón del ordenador me trajo a la memoria el verbo hibernar, que escrito con hache y con be parece una trampa para escolares en la olimpiada de ortografía. Pensé si podríamos imitar a esos seres vivos que consiguen adaptarse a condiciones climáticas extremadamente frías y sobreviven varios meses medio dormidos. Acostarnos y despertar en una primavera en la que ya no hubiera más expedientes de regulación de empleo, en la que no se torturara a los animales y se televisara en horario infantil, en la que no te preguntaran tu nacionalidad cuando vas al médico, en la que los colegios de los pueblos no se cerraran, en la que hubiera trabajo, consumo responsable y ausencia de violencias de todo tipo. Pero todavía no es posible ni realizar una hibernación colectiva para ver si escampa, ni tampoco acortar los meses para que acaben el día 20 y así poder llegar hasta el final con algo en los bolsillos. Otros animales se zafan de las inclemencias del tiempo viajando hacia tierras más cálidas y cada invierno hay millares de aves que huyen del gélido norte de Europa en búsqueda de la luz del sur. Los humanos no poseemos las características físicas para poder hibernar y solo nos queda la posibilidad de imitar a las aves aunque sea sin volar. Lástima que hayamos parcelado el mundo con esas estúpidas rayas que llaman fronteras y que nos convierten, por decisión propia, en los seres vivos más estúpidos de la tierra.

Publicado en la contraportada de EL PERIÓDICO EXTREMADURA el 10 de septiembre de 2012

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