24 septiembre, 2012

La caverna


Cipriano Algor era el personaje protagonista de La Caverna, una novela que José Saramago publicó en el año 2000. El pequeño taller de alfarería de Cipriano trataba de esquivar, con escasas posibilidades de éxito, los dictados de un gran centro comercial. Cuando el escritor portugués presentaba su novela en los medios de comunicación solía reflexionar sobre esa costumbre, muy arraigada en Portugal desde finales del siglo pasado, de ir en masa a pasar los fines de semana a esas pequeñas ciudades con techumbre y aparcamiento, en las que todo es escaparate y estantería, en las que comprar es más importante que vivir. A escasos metros del puente internacional que lleva el nombre del premio nobel portugués, la ciudad de Badajoz lleva diez días sumida en la misma vorágine que él describía. No importa que la ciudad tenga un 25% de desempleo y unos niveles de pobreza que asustarían a cualquier europeo, porque en los grandes pasillos se puede pasear sin un céntimo en los bolsillos pero rodeado de productos. Mientras tanto, en la otra punta de la ciudad, las fotografías de Gervasio Sánchez nos muestran la historia reciente de nuestro planeta, ojos de niños cuyas vidas han sido segadas por la violencia que propicia un (des)orden económico y social que todavía no queremos ver. Nos tapamos los ojos para creer que el mundo plasmado por Gervasio no existe y nos vamos a comentar las ofertas con las que ahorraríamos mucho dinero si lo tuviéramos. Y así sobrevivimos, viendo las sombras de la realidad como en la caverna o apartando la mirada del mundo para ver escaparates, como bebés que se cubren la cara con las manos para esconderse. 

Publicado en la contraportada de EL PERIÓDICO EXTREMADURA el 24 de septiembre de 2012.

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