El nombre de España
nos viene de los fenicios y significaba algo parecido a tierra de conejos.
No sé si ahora hay más personas que animalillos por aquí, pero el puzle
político se
está removiendo con piezas que no acaban de encajar. No es la primera vez,
ni tampoco la más grave, que en
otros siglos hubo demasiada sangre a costa del “yo me quiero ir”
y del “tú no
vas a ningún lado”. A muchos se les olvida que la unidad de España,
literalmente, no existe. De
hecho solo duró 60 años, y de forma puramente nominal, entre 1580 y 1640.
Desde entonces falta una parte importantísima de aquella Hispania, ese
rectángulo luso de la izquierda y junto a quienes caminamos, con
venturas y desventuras, en una entidad llamada Europa. Aunque algunos
pueblos ibéricos han ido ensalzando en su
Historia sus glorias, otros la van narrando como un recuerdo melancólico de
batallas perdidas. Así, los territorios de la antigua Corona de Aragón han
convertido en fechas memorables las decapitaciones de sus
héroes y las
derrotas de sus tropas ante los ejércitos defensores de la unidad por
encima de todo. A los que nos sobran todas las rayas de los mapas nos
preocupan mil cosas antes que las patrias, aunque admiremos todas las culturas,
por pequeñas que
sean. Pero uno envidia más a quienes tienen una buena relación con su antigua pareja
que a quienes se mantienen unidos y amargados hasta la muerte en una permanente
diatriba. Muchos dirán que las naciones y los estados no son lo mismo, lo
sé. Pero quizá haya llegado el momento de plantearse que no se puede retener a
tu lado a quien no quiere estar junto a ti. No sé.
Publicado en la contraportada de EL PERIÓDICO EXTREMADURA el
17 de septiembre de 2012
1 comentario:
es increible como la politica puede unir o separar a las personas..
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