Pasaba
ya a mejor vida este maldito bisiesto que se acaba y no había escrito nunca sobre la
sanidad. Ahora que llevamos unos días deseando
felicidad me he dado cuenta de que la salud sí es lo más importante. Desde que empezó el mes de diciembre ando recorriendo
hospitales públicos y puedo valorar con más conocimiento ese debate en torno a
los recortes y las privatizaciones. Reconozco
que en todos estos días me he encontrado con profesionales de lo más amable en
todos los escalafones, desde celadores hasta médicos de cuidados intensivos. Estaría faltando a la verdad si dijera que he visto un
sistema que se cae a pedazos. Tal vez he tenido
la suerte de estar entre el Perpetuo Socorro y el Infanta Cristina de Badajoz y
quizá en otros lugares sí que se van notando los recortes, no lo sé. En cualquier caso, uno se siente orgulloso de tener en
nuestra región una atención universal que ha sido la envidia de medio mundo y
que esperamos que lo siga siendo. Quienes crean
que hay que cambiar de modelo porque no podemos financiarlo deberían sopesar
antes si no hay otras instituciones más inútiles a las que pegar un hachazo. Una de las médicos que atendió a mi padre llevaba una
discreta chapita reivindicando una sanidad pública para todos. Empecé a pensar en los argumentos de quienes creen que
sería más eficaz en manos privadas y pienso que no tienen razón. Rentabilizar económicamente la sanidad pública es
imposible. Entre otras cosas porque su razón de
ser no es dar dividendos. Me parece que quienes
jamás podrían pagar el precio de 7 días en la UCI deben tener derecho a
utilizarla. Otra cosa sería retroceder décadas
en el tiempo y eso sí que no podemos permitírnoslo. Salud*.
Publicado en El Periódico Extremadura el 31 de diciembre de 2012.
*Terminé de escribir esta columna cuando comenzaban los primeros minutos del jueves 27 de diciembre. Lo hacía cumpliendo el último deseo que mi padre me transmitió, en mi penúltima visita a la UCI, cuando me dijo que tenía que escribir de todo esto que estaba a su alrededor. No sé si quería que opinara así o de otra manera, porque un par de horas después falleció. No he cambiado ni una sola palabra. La escribí con un mensaje para él. Mientras tanto, mi hija Nerea pintaba una fotografía del verano de 2010, en una diminuta aldea de la provincia de Huesca llamada Permisán, caminando en un día de sol. Iba a mostrársela en la siguiente visita pero no hubo tiempo. El dibujo se ha ido con él, y también con una cartita de su nieta Lucía. Hasta siempre: no te olvidaremos nunca.
6 comentarios:
Supongo que tu padre quería que escribieras de todo eso, tal y como tú escribes de todo eso.
Un abrazo fuerte a todos, Javier. Y un beso muy grande.
Gracias por tus palabras Olga
Hola Javier.
Una amiga común me comentó lo de tu padre. Lo siento. Creo que en momentos como esos es cuando realmente aparece el sentimiento de orfandad.
Yo, que trabajo en la sanidad pública, y que creo en ella, como tú, como tu padre...defiendo que cada vez es más importante hacer saber a la gente lo imprescindible que es preservar lo que tenemos. Por eso creo importante que lo hagas desde tus páginas.
Un abrazo.
Manuela
Estou certa de que o teu pai gostaria imenso do que escreveste.
Grande abraço : )
Javier, os meus sentidos pêsames. Nestes momentos as palavras muitas vezes carecem de sentido, caem no absurdo do que é esta viagem por esta existência, mas as tuas não. De certeza, que o teu pai gostaria que continuasses com essa lucidez que te caracteriza e enriquece os que estão ao redor.
Um forte abraço
Obrigado pelas tuas palavras
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