
Da la sensación de que todo se deba a una estrategia orquestada de la confusión, para que acabemos por no distinguir lo que va en serio de lo que son chistes. Pero lo grave no es que haya gente dedicada a hacernos reír y a reducir al absurdo lo cotidiano, sino que muchos hechos ciertos nos empiezan a parecer fruto de la más ingeniosa de las invenciones. Y así, inermes y aturdidos, somos incapaces ridiculizar a los responsables de múltiples desaguisados, y no logramos darnos cuenta de las graves consecuencias que pueden traer consigo. El último titular que me impactó hablaba de un hombre que ganó un concurso de monólogos humorísticos leyendo su contrato laboral. Pensé que era mentira, me reí unos segundos y me di cuenta de que lo más absurdo puede ser ya una noticia verdadera.
Publicado en EL PERIÓDICO EXTREMADURA el 13 de mayo de 2013.
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