La periodista y escritora Carmen Rico Godoy escribió en 1990 una novela que se llamaba Cómo ser mujer y no morir en el intento. Como alguna otra obra de García Márquez, su título fue parafraseado hasta el hartazgo para dar nombre a miles de crónicas, artículos y reportajes. Morir en el intento de ser mujer es uno de los mayores problemas de nuestro mundo y no siempre tenemos la suficiente información. Gracias a algunas oenegés hemos podido conocer aquí la historia de Beatriz, embarazada en El Salvador y sin posibilidad de interrumpir su gestación aunque le vaya su propia vida en ello. Uno no puede entender a religiones y legisladores que prefieren salvar al nasciturus aunque se ponga en peligro a la madre.
Pero no hay que irse tan lejos para ver morir a personas por el mero hecho de ser mujer: no hemos llegado a la mitad del año y son ya 22 las que han fallecido en España a manos de sus maridos o ex parejas. Y lo peor es que seguimos sin afrontarlo con la contundencia que merecería, quizá porque las víctimas se extienden por la geografía, el calendario y las clases sociales, en un goteo que nos ha acabado por convertir en insensibles. Si todas hubieran muerto en un mismo lugar y al mismo tiempo, quizá hubieran provocado un revuelo acompañado de medidas drásticas. Pero la dispersión de esta violencia es una prueba de la gravedad del problema, que afecta a la estructura social y que se repite en las generaciones más jóvenes.
Deberíamos tener más presente el drama de las mujeres en el mundo y aquí, porque las muertes de la violencia machista no son menos víctimas que las del más cruel de los terrorismos.
Publicado en EL PERIÓDICO EXTREMADURA el 3 de junio de 2011.
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