25 noviembre, 2013

Neomachismo

No soy partidario de repartir a discreción el prefijo “neo”  y endosárselo a cada circunstancia que parezca ligeramente novedosa, porque en muchos casos se trata del mismo perro con distinto collar. La semana pasada nos encontramos con la palabra neomachismotras la publicación de una encuesta descorazonadora que nos hablaba de un 10% de adolescentes maltratadas por sus novios, y un 23% que afirmaban haber sido humilladas por ellos. Alguna articulista se preguntaba qué hemos hecho mal para que personas de menos de 20 años reproduzcan actitudes que creíamos desterradas y la respuesta no es fácil. De poco vale hablar de igualdad en una hora semanal de ética si al llegar a casa nuestros chicos se tragan bodrios televisivos, en los que los malotes son tenidos por héroes, y literatura juvenil con un romanticismo rodeado de ñoñería posesiva.

 Mientras no haya un unánime reproche social a todos los comportamientos machistas, desde los chistes fáciles y estúpidos hasta las discriminaciones laborales a las embarazadas, no nos encontraremos en condiciones de superar una lacra de la humanidad que arrastramos desde que nos adjudicaran el calificativo de sapiens. Mucho me temo que no es neomachismo lo que venimos sufriendo sino el mismo de siempre, que no se había ido y que, como mucho, se había ocultado bajo el disfraz de lo políticamente correcto. Pero no todo van a ser malas noticias: cada vez se escucha hablar más de nuevas maneras de entender el papel masculino en un mundo en el que la inacción nos hace cómplices de lo que hay. Para acabar con el machismo, sea nuevo o viejo, los varones también tienen mucho que decir y, sobre todo, muchísimo que hacer.

 Publicado en EL PERIÓDICO EXTREMADURA el 25 de noviembre de 2013.

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