Han pasado más de diez días desde que nos dejó Mandela
y algunos sentimos cierta indignación ante el espectáculo de hipocresía que
hemos podido presenciar: apenados asistentes al funeral, como Cavaco Silva,
que en su día se negaron a pedir su libertad, por no hablar de mandatarios de
partidos políticos que tildaron a Madiba de terrorista hasta anteayer.
Pero esto no es nada comparado con la vergonzosa doble moral que durante
dos semanas se viene derramando por parte de medio mundo y que se refiere a
otros sistemas de apartheid y de discriminación que en nada se
diferencian de aquel contra el que el venerado líder africano luchó durante
toda su vida.
Hoy nos avergonzaría discriminar abiertamente en función del
color de la piel pero no hay ningún rubor en hacerlo por otros motivos. Así,
por ejemplo, permitimos que un rubio con dinero se instale a vivir en una casa
de Mallorca, aunque impedimos que una mujer de Mali y su hija intenten salvar
sus vidas cruzando a este lado del estrecho. Por no mencionar determinados usos
y costumbres, como el que permitió saltarse la lista de espera a la señora de
un Consejero castellano-manchego, y de los que cualquiera de ustedes conoce
casos parecidos y a diferente escala. Alabamos ahora a quien terminó con las
burdas discriminaciones raciales en Suráfrica, pero falta valor para acabar con
la más importante de todas, la que oprime a demasiadas personas de este mundo y
de la que se benefician unos pocos. Nadie lo explicó mejor que Sancho, cuando afirmó que “dos linajes
solos hay en el mundo, que son el tener y el no tener”.
Publicado en EL PERIÓDICO EXTREMADURA el 16 de diciembre de
2013
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