La
libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político son los
cuatro valores superiores que propugna nuestro ordenamiento jurídico. Y
deben de ser muy importantes porque así se mencionan en el primer
artículo de la Constitución. Lo que no tengo muy claro es si el concepto
de pluralismo lo entendemos todos de la misma manera: para muchas
gramáticas el plural es el singular más uno y solo los antiguos griegos
tenían un número llamado dual, que andaba a medio camino de los dos. Yo
soy de los que siempre he pensado que la dualidad es una singularidad
ligeramente ampliada, que no debe confundirse con la pluralidad. Por eso
me pareció siempre un fraude que la grandilocuencia de esa expresión de
la carta magna conviviera con unas normas electorales pensadas y
pactadas para que solo pudiéramos elegir entre dos opciones.
Poco
a poco el pluralismo se va haciendo un hueco y cada vez son más las
posibilidades que tendremos para poder elegir: al PP le ha salido un
competidor por la derecha que pretende ser vox populi, UPyD gana adeptos entre antiguos votantes de los grandes partidos, e incluso dentro de la izquierda se podrá escoger entre varias candidaturas
en las próximas elecciones europeas. Hay quien ve con cierto miedo la
fragmentación ideológica del panorama político, mientras que otros
creemos que era una necesidad clarificadora, porque era imposible que
tantos matices del pensamiento se cerraran en dos, como los diez
mandamientos. El pluralismo político sirve para enriquecer y profundizar
la democracia, mientras que el dualismo político corre el peligro de
convertirse en un trastorno (bipolar).
Publicado en EL PERIÓDICO EXTREMADURA el 3 de febrero de 2014.
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