Todo sistema parlamentario que se precie
tiene mecanismos
para reprobar a sus gobernantes. En algunos países como Portugal
son muy
frecuentes, no necesitan ni siquiera presentar candidato alternativo y
basta con juntar a 116 diputados para forzar la dimisión del ejecutivo. En
España las mociones de censura han sido tan poco utilizadas que cuando surge
una parece que se cae el mundo. Nos pasa por no
tener memoria, porque no siempre el que la pierde numéricamente sale
victorioso y al contrario. A Suárez
le presentó una Felipe González en
1980 y no la ganó entonces, pero empezó a labrar su victoria de 1982. Hernández Mancha, en cambio, presentó
una nueve meses después de las elecciones de junio de 1986 y fueron el inicio
de su ocaso.
En los últimos días se han escuchado muchas
declaraciones de alto voltaje: que si
la intención es otra, que si el
daño que se está haciendo, que si no
nos han avisado y un largo etcétera. Y a lo mejor todo es tan simple como
escuchar el miércoles al candidato, valorar si son ciertas las razones por las
que censura y, sobre todo, calibrar si su alternativa merece ser respaldada
porque aporta soluciones creíbles a cada problema planteado.
Si te dan jaque en el ajedrez no hay que
perder la calma sino pensar la respuesta, pues en ocasiones las blancas dan
jaque pero reciben mate en las tres jugadas siguientes. Esperemos que el
miércoles haya muchos contenidos sobre la mesa, propuestas y argumentaciones
serias, críticas consistentes y poca parafernalia teatral. Quedémonos con lo
positivo de las mociones,
que las censuras tienen muy mala fama.
Publicado en EL PERIÓDICO EXTREMADURA el 12 de mayo de 2014.
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