01 marzo, 2015

Badajoz, una ciudad que hay que recuperar para la gente (1)


En Badajoz siempre ha habido mayorías absolutas desde que se recuperaron las elecciones democráticas. Por la mínima la consiguió la UCD en 1979, y Manolo Rojas logró tres mayorías absolutas aplastantes en 1983, 1987 y 1991. Pero en enero de 1992 Ibarra le dio puerta a Manolo Rojas y los tres últimos años de legislatura fueron la debacle del PsoE: corrupción de Matías Ramos, proyectos de locura como el hormigonado de la margen izquierda del río a pesar de las protestas vecinales (prueba de que era una barbaridad es que en Mérida ya se optó por otro tipo de proyecto y hoy están levantando todo lo que se hizo aquí), y un sinfín de despropósitos en una corporación regida por Gabriel Montesinos. En 1995 ganó el PP y en su primera legislatura habría tenido suficiente con no hacer nada para que el resultado fuera mejor que los tres años anteriores, donde se gastaban en viajes a Brasil para promocionar el carnaval pacense, algo que merecería un artículo aparte.

Aquí en Extremadura, y en Badajoz particularmente, es muy difícil que quien tiene el poder lo pierda. Yo lo llamo “síndrome de Paco el Bajo” y que consiste en que hay que agradecer al señorito hasta cuando te maltrata, porque se puede acercar uno al abismo de no tener ni señorito que lo maltrate. Existe un sector muy desideologizado de la población que se arriman siempre al que tiene el bastón de mando y que se apresuran a cambiar solo cuando ven la vara va a tener nuevo dueño. No es de extrañar que las encuestas confirmen que el PP se consolida a pesar de todo, porque las clases acomodadas beneficiadas por dicho partido son fieles a la hora de votar, especialmente después de misa de 12 y antes del aperitivo; en cambio, los estratos sociales perjudicados por las políticas de derechas durante más de cuatro lustros han perdido

Badajoz es una ciudad con innumerables carencias y que solo puedes apreciar cuando visitas localidades de tamaño y circunstancias similares pero que han recibido un trato bien diferente. El principal problema de la ciudad es la pobreza, el desempleo y la desigualdad social. Todos los demás problemas, que son muchos, se convierten en insignificantes comparados con estos tres. En cambio, uno repasa los programas electorales de los últimos años en los partidos tradicionales y están llenos de promesas destinadas a saciar ese instinto básico del glamour y que muchas veces consiste en parques temáticos que no hay manera de que funcionen, estadios que jamás se llenan y que se dejan caer porque no hay dinero para mantenerlos, y otras propuestas que sirven más para impactar en los noticiarios que para resolver problemas de la gente.

Por otro lado, Badajoz arrastra desde hace décadas (tendríamos que remontarnos a los últimos 60 años) un desprecio por su patrimonio histórico-artístico, natural y monumental. El casco viejo de la ciudad se dejó caer y no se consigue levantar porque el modelo buscado (la hostelería y nada más) no es la solución para los espacios, en los que habría que solucionar de manera integral la posibilidad de que las familias pudieran volver a vivir allí, solventando los problemas de movilidad y acceso, creando espacios habitables donde la seguridad y la tranquilidad puedan convivir con el ocio. Badajoz es una ciudad cuyas bellezas han sido ocultadas o maltratadas (cuando no destruidas) y es necesario dar la vuelta a esa tendencia y poner como prioridad proteger el legado de nuestros antepasados cuando entren en colisión con los afanes desmedidos de especulación o el esnobismo irredento del concejal de turno.

Hoy publica el diario HOY una encuesta de la que no podemos extraer ninguna buena noticia, ni siquiera los que aparecen por vez primera, incluso antes de decidir si se presentan. Se confirma que nada se mueve, que la administración más cercana al ciudadano parece condenada a seguir desaparecida en lo que debería ser su principal cometido: resolver los problemas de una ciudadanía asolada por la pobreza, el desempleo y las desigualdades. Por eso es imprescindible comenzar a mover conciencias, aunar las fuerzas de todas aquellas personas que creen que otro Badajoz es posible y que no quieran permanecer como meros espectadores al declive de una ciudad donde la cohesión social es un término del campo semántico de la ciencia ficción.  (Continuará)

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