07 marzo, 2018

Compañeras

Todavía hay mucha gente, más de la que cabría esperar, que no sabe por qué se celebra el 8 de marzo. Cuando les cuentas que hace 110 años un patrón prendió fuego a la fábrica en la que estaban encerradas 146 trabajadoras reclamando mejoras salariales, se quedan con un gesto de asombro y perplejidad. Mañana, esas mujeres que conforman la mitad del mundo, las que han estado oprimidas por la fuerza bruta durante siglos, han decidido organizarse, decir que ya basta, mostrar su valía y lo imprescindibles que son para que nuestras sociedades sean humanas en el más amplio sentido del término. 

Quienes intentaron desprestigiar la palabra feminismo lo hicieron muy bien para sus intereses. Lograron hacer creer, incluso a muchas mujeres, que era lo contrario que el machismo y que el objetivo del movimiento era el de subyugar al varón, quizá como venganza por lo que habían padecido durante todos los siglos en los que la fuerza daba más poder que cualquier atisbo de inteligencia. Nada de eso está sobre la mesa sino algo más simple: conseguir que todos los seres humanos tengan los mismos derechos, tanto en la letra de lo que dicen las leyes como en la realidad que se aplica en la calle. 

¿Hay razones para organizar esta protesta global? Mucho me temo que sí. No hay dato estadístico que no corrobore científicamente la discriminación que sufren las mujeres en todo el planeta: víctimas de acoso y violencia de género, brechas salariales, exclusiones a la hora de acceder al mercado de trabajo y una retahíla que podría ocupar varias páginas. Solo en un puñado de países se ha conseguido aliviar el dolor de la más transversal y profunda herida que nos hemos dejado en la evolución del género humano. Acabó el siglo XX y pensábamos que no había vuelta de hoja en la historia, que jamás volveríamos a discriminar por razón de raza, color de piel, religión, ideas o condición social. Y nos dejamos la más importante, la más repetida en cada rincón del planeta, en cada casa y en cada familia.

Mañana, compañeras, es un día para hacer historia, un día para poder contarlo a vuestras hijas, sobrinas o nietas, un día que podréis recordar con orgullo porque marcará un antes y un después en las luchas feministas de todos los países. El machismo ya no va a poder esconderse y habrá que decantarse por la igualdad o por dejar que las cosas sigan como están. Y, mientras tanto, los varones tenemos mucho que hacer para que esta lucha llegue a buen puerto: animar a las compañeras a sumarse, compartir una causa que también es nuestra y dejar que sean las protagonistas de su gran salto adelante. Ya han demostrado que son capaces. ¿Es esta una huelga ideológica? Pues sí, como todo en la vida. Y no secundarla ante lo que ocurre en este mundo también es una postura muy ideológica: la más antigua e insolidaria de de todos los tiempos, por cierto. 
Publicado en el diario HOY el 7 de marzo de 2018


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