Todavía hay mucha gente, más de la que cabría esperar, que no sabe por
qué se celebra el 8 de marzo. Cuando les cuentas que hace 110 años un patrón
prendió fuego a la fábrica en la que estaban encerradas 146 trabajadoras reclamando
mejoras salariales, se quedan con un gesto de asombro y perplejidad. Mañana,
esas mujeres que conforman la mitad del mundo, las que han estado oprimidas por
la fuerza bruta durante siglos, han decidido organizarse, decir que ya basta,
mostrar su valía y lo imprescindibles que son para que nuestras sociedades sean
humanas en el más amplio sentido del término.
Quienes intentaron desprestigiar la palabra feminismo lo hicieron muy
bien para sus intereses. Lograron hacer creer, incluso a muchas mujeres, que
era lo contrario que el machismo y que el objetivo del movimiento era el de
subyugar al varón, quizá como venganza por lo que habían padecido durante todos
los siglos en los que la fuerza daba más poder que cualquier atisbo de
inteligencia. Nada de eso está sobre la mesa sino algo más simple: conseguir
que todos los seres humanos tengan los mismos derechos, tanto en la letra de lo
que dicen las leyes como en la realidad que se aplica en la calle.
¿Hay razones para organizar esta protesta global? Mucho me temo que sí.
No hay dato estadístico que no corrobore científicamente la discriminación que
sufren las mujeres en todo el planeta: víctimas de acoso y violencia de género,
brechas salariales, exclusiones a la hora de acceder al mercado de trabajo y
una retahíla que podría ocupar varias páginas. Solo en un puñado de países se
ha conseguido aliviar el dolor de la más transversal y profunda herida que nos
hemos dejado en la evolución del género humano. Acabó el siglo XX y pensábamos
que no había vuelta de hoja en la historia, que jamás volveríamos a discriminar
por razón de raza, color de piel, religión, ideas o condición social. Y nos
dejamos la más importante, la más repetida en cada rincón del planeta, en cada
casa y en cada familia.
Mañana, compañeras, es un día para hacer historia, un día para poder
contarlo a vuestras hijas, sobrinas o nietas, un día que podréis recordar con
orgullo porque marcará un antes y un después en las luchas feministas de todos
los países. El machismo ya no va a poder esconderse y habrá que decantarse por
la igualdad o por dejar que las cosas sigan como están. Y, mientras tanto, los
varones tenemos mucho que hacer para que esta lucha llegue a buen puerto:
animar a las compañeras a sumarse, compartir una causa que también es nuestra y
dejar que sean las protagonistas de su gran salto adelante. Ya han demostrado
que son capaces. ¿Es esta una huelga ideológica? Pues sí, como todo en la vida.
Y no secundarla ante lo que ocurre en este mundo también es una postura muy
ideológica: la más antigua e insolidaria de de todos los tiempos, por
cierto.
Publicado en el diario HOY el 7 de marzo de 2018
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