En
verano los periódicos y programas de radio dan vacaciones a los habituales
colaboradores y te ofrecen contenidos distintos de la mano de suplentes que, en
ocasiones, acaban por igualar o superar a los titulares. Al programa de radio
que escucho los fines de semanas llegó una matemática llamada Clara Grima que
me hizo comprender cosas de la ciencia pitagórica que jamás había entendido. Cuando el otoño me había hecho olvidarme de
ella, he leído unas declaraciones en las que afirma que somos el único país que sigue enseñando a dividir por dos cifras en las escuelas, que es una tarea que en
otros lugares dejan a las calculadoras para así poder dedicar el tiempo a cosas
más útiles y creativas.
En
ese mismo programa escuché también una sección dedicada a la vida en los pueblos, a la llamada prensa de provincias y a los desafíos que tenemos en
algunos países de occidente en los que la pirámide de población cada vez se
parece más a una peonza. La península, según contaba hace unas semanas en estas páginas la investigadora Pilar Burillo, cuenta con dos áreas geográficas donde
la despoblación y el envejecimiento hacen estragos: una está localizada en
torno a la cordillera ibérica, en las provincias de Soria, Teruel, Cuenca y
Guadalajara, y la otra recorre la Raya hispano-lusa desde el norte hasta el sur.
El miércoles pasado comenzó en Vila Velha de Ródão un intento de todas las partes implicadas,
tanto aquí como al otro lado de la frontera, para evitar que nuestros pueblos acaben
siendo lugares inhóspitos o habitados por muy poca gente y de avanzada edad. No
es tarea fácil la que tienen por delante en estos territorios, en los que se
cierran escuelas y la gente más joven se acaba marchando a las cabeceras de
comarca o a las capitales de provincia. Tampoco sabemos si dejar abiertas las
escuelas evitaría ese abandono de los pueblos.
Lo
que sí parece claro es que la falta de personas no es un problema del planeta,
ya que cada día nos sumamos y nos multiplicamos con facilidad. Una vez más se
nos está complicando todo por culpa del reparto. Si los recursos están en manos
de muy pocos, si las decisiones dependen de un centenar de grupos de presión,
si el éxodo hacia las ciudades provoca tal desequilibrio territorial en todos
los continentes, quizá haya llegado el momento de volver a aprender a dividir
por más de dos cifras y no dejarlo todo al frío algoritmo de las calculadoras.
El
primer paso parece que empieza a darse y no era otro que ser conscientes del
problema. En Portugal se ha hablado mucho de ello en los últimos años por culpa
de incendios forestales en zonas en las que ya no había pastoreo para limpiar
el monte. Pero esos primeros pasos tendrán que ir seguidos de otros y será
imposible que fructifiquen si seguimos empeñados en repartir los dividendos entre
unos pocos y dejar a la inmensa mayoría con los escasísimos restos.
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