Poner
el respeto a los Derechos Humanos como principio fundamental para cualquier
pensamiento o acción política o económica es la mejor manera de comenzar a
entenderse. Todo sería más fácil leyendo los 30 artículos de la Declaración Universal,
entendiendo su contenido y convenciéndose de que todo lo demás es discutible y
matizable menos esos principios.
A
todos nos pueden gustar más unos gobiernos que otros y comprometerse con los
derechos humanos te lleva a muchas contradicciones que hay que saber resolver.
Se puede ser muy de izquierdas y criticar los fusilamientos de Fidel Castro en 1989, y ser un ultraliberal conservador y abominar del bombardeo de Al Ameria en 1991 o del asesinato deliberado de periodistas serbios en abril de 1999. Esa es la grandeza de espíritu que necesitamos
en momentos como estos, la de ser capaces de quitarnos la venda ideológica y
partidista y saber poner fin a unos problemas sin crear otros mayores.
Cuando
Trump ganó las elecciones a finales de 2016 muchos pensamos que no pasaba nada,
que un fantoche de ese calibre no iba a tener seguidores por todo el mundo. Y
es que se nos olvidó pensar que el fantoche tiene hilos y que esos hilos son
dirigidos por intereses que se pueden contabilizar en dólares, rublos, yuanes,
o barriles de crudo. Si alguien ha pensado por un momento que son los derechos
humanos y las libertades de los venezolanos lo que preocupan a gran parte de la
clase política occidental, que sepa que le están engañando.
¿Se
respetan los derechos humanos en Venezuela? Pues no. Las organizaciones
internacionales independientes publican desde hace años informes fidedignos y
reveladores al respecto. Y no solo de Venezuela sino de muchos lugares: de toda
África, de Oriente Medio sin excepción, de muchos países de la propia Europa y de
todo el continente americano, desde Alaska hasta el cabo de Hornos. La cuestión es si torcer la legalidad con una
torcedura mayor es el camino para desenredar la situación que se vive en uno de
los países con mayores reservas de crudo.
Pero
todo se está complicando: China y Rusia, que ocupan el pódium mundial de
violaciones de derechos humanos, quizá no estén dispuestas a dejar a caer a
Maduro con todas esas reservas de petróleo en manos del nuevo Monroe y su “América para los americanos”. Venezuela requiere diálogo, mediación, cirugía
de mínima invasión y no un loco con una sierra eléctrica. Por eso es
preocupante que sensatos europeos hayan apostado por Trump y seguido su estela,
porque significa que aquel fantoche no está solo, va sumando adeptos y un tal Steve Bannon recorre el mundo asesorando por doquier.
A
partir de mañana hay que preguntarse lo mismo que una vez “liberado” Kuwait en
1991 o Iraq en 2003. ¿Cuando caiga Maduro
van a comenzar a asediar a Arabia Saudí hasta que la monarquía abandone el
trono y se permita votar a las mujeres en un régimen de libertades? Sí, yo también
me sé la respuesta.
Publicado en HOY el 6 de febrero de 2019
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