20 febrero, 2019

Un mundo para Greta Thunberg




Un par de semanas después de que Venezuela abriera todos los informativos, hoy cuesta encontrar una noticia breve sobre aquel país y mucho menos de Haití, que se desangra desde hace décadas y que tiene a toda la población en la calle sin que lo sepamos en el llamado mundo libre. Todo va muy deprisa y sin mesura, sin calibrar qué es importante y qué es urgente, confundiendo lo anecdótico con lo principal, agitando tormentas en vasos de agua, poniendo el grito en el cielo por unas manchas de humedad en el techo cuando por el ventanal se aproxima un tsunami que no queremos ver.



Desde que la Garbo dejara los platós de cine, no había habido en Suecia otra Greta con tanta repercusión mundial como una chica de quince años apellidada Thunberg. Su discurso en la cumbre del clima de Katowice es un pelotazo en toda la cara de nuestros gobernantes mundiales, unos políticos que no vivirán en 2050, que solo están preocupados por éxitos electorales en plazos cuatrienales y a los que la calidad de vida de Greta, sus hijas y sus nietas les importa tres pimientos porque ellos estarán criando malvas.



Ya sabemos que iremos a votar el 28 de abril y el 26 de mayo. No habría habido problema alguno en hacerlo en cinco urnas al mismo tiempo a final de mayo con un inmenso ahorro de papel, vallas publicitarias, especiales informativos, encuestas y  carísimos envíos postales de propaganda electoral que pagamos aunque no los queramos.  Pero lo peor de todo es que se vislumbran unos procesos electorales en los que, una vez más, los contenidos urgentes e importantes sobre los que habría que decidir van a estar sepultados por tacticismos, símbolos, parafernalias, reducciones al absurdo y miserables disputas que no afectan a la vida de la gente corriente.



Sin embargo, las chicas y chicos de los institutos de Bélgica llevan semanas llenando las calles movidos por las palabras de Greta Thunberg. En Alemania y Holanda también han comenzado las manifestaciones y protestas en las que no hay banderas ni himnos, quizá porque el problema al que se tendrán que enfrentar quienes ahora tienen quince años no es ninguna de esas diatribas estúpidas sobre si en una mesa de diálogo debe haber un mediador, un relator o un facilitador.



Quienes pierden la cabeza por las líneas de los mapas es porque desprecian la lucha de Greta y los jóvenes contra un cambio climático que no se parará en las fronteras pintadas por los humanos. Dentro de dos meses habrá debates electorales y tengo la certeza de que no se hablará de calentamiento global, ni de la desigualdad en el mundo, ni de la pobreza, ni del hambre, ni de las guerras, ni del agua potable, ni de la contaminación. Así que en 40 años, Greta, acuérdate de los nombres de los responsables de todo el desastre y también de quienes les apoyaron ciegamente.

Publicado en HOY el 20 de febrero de 2019

 

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