El 5 de junio de 2011 el partido de color naranja en Portugal, el
PSD de Passos Coelho, ganó las elecciones con un 38 % de los votos y 108
escaños de un parlamento de 230. No tenía peligro de perder el gobierno porque
las izquierdas no llegaban ni a 100 diputados y el tercer partido, el de color
azul, era el conservador CDS-PP de Paulo Portas con 24 escaños y un 11% de
votos.
El gobierno formado con esos resultados podría haber sido
absolutamente monocolor pero no lo fue. Aunque la derecha portuguesa tenía un
socio mayoritario con el 82 % de las acciones y uno minoritario del 18 %, el
gobierno que se formó contó con 4 ministerios del CDS-PP de un total de 16 y
con carteras como exteriores, economía, agricultura o empleo y seguridad
social.
En Alemania los gobiernos formados por uno de los grandes partidos
junto a otro de los pequeños han sido tan habituales, o más, que las últimas grandes
coaliciones. Los liberales consiguieron que su líder, Hans-Dietrich Genscher,
fuera vicecanciller y ministro de Exteriores desde 1974 a 1992, primero con los
socialdemócratas Brandt y Schmidt y desde 1982, cuando abandonó al SPD y pasó a
apoyar a la CDU de Helmut Kohl. También Alemania vivió otros gobiernos plurales
entre SPD y Verdes desde 1998 a la llegada de Merkel en 2005.
He traído dos ejemplos de países europeos, grandes y pequeños,
lejanos y cercanos, para mostrar que lo habitual en Europa ha sido construir gobiernos de más de un color, tanto en la derecha como en la izquierda, con el
objeto de darles más consistencia y llenarlos de contenidos programáticos
consensuados por cada uno de los integrantes y en función de la relación de
fuerzas que les hubiera otorgado el apoyo popular. Por eso me pregunto cuándo fue
que empezamos a complicar lo que era sencillo. No recuerdo en la noche de del
28 de abril que nadie hablara de las dificultades de Sánchez para conseguir ser
investido, pues el único retraso que cabía esperar venía de las elecciones
locales, regionales y europeas del 26 de mayo, que pospondrían cualquier tipo
de pacto.
Han pasado 73 días y estamos como al principio. No sabemos si “con
Rivera no” o si "al final sí". La consistencia de un gobierno se fabrica ahora con
cooperación y se desechan las coaliciones. Ahora se cree que es mejor tener al
aliado fuera del Consejo en lugar de implicarle y hacerle copartícipe y corresponsable
de todas y cada una de las medidas, desde las más halagadoras a las que
soliviantarán a los votantes ajenos e incluso a los propios. Todo parecía
destinado a usar el prefijo co- cuando se quiere cogobernar, colaborar,
cooperar, coparticipar y corresponsabilizarse. Pero también surge la tentación
de librarse de ataduras y de intentar mandar a rienda suelta haciendo votar a
la gente por cuarta vez en menos de cuatro años. Cuidado, que el negocio no
siempre sale tan redondo como lo pintan los gurús.
Publicado en HOY el 10 de julio de 2019
P.S.
Pregunten a su alrededor cuantos gobiernos son monocolores y cuántos están formados por diferentes partidos. Pudiera parecer que lo segundo es algo extraño y poco habitual. El número de la 2ª columna indica el nº de partidos que lo forman. ¿Y si nos estuvieran haciendo pasar como normal lo que, en realidad, es atípico?
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