Las
elecciones son el producto de conjugar el verbo elegir y la vida está llena
ellas: nos escogen el nombre, el orden de los apellidos, el color de la ropa,
el colegio al que vamos o la religión que profesamos. No siempre podemos optar
por aquello que nos gustaría sino por lo que está a nuestro alcance: muchos no
han podido irse a vivir a la casa de sus sueños, otros no han podido estudiar
su carrera vocacional y algunos tienen ya preseleccionado el menú de cada día,
porque el único criterio usado a la hora de hacer la compra es que coincida con
lo más barato que haya en el supermercado.
La
democracia nos ha permitido votar libremente a quienes nos gobiernen y hemos
tenido que hacerlo cuatro veces entre diciembre de 2015 y noviembre de 2019,
aunque nos podíamos haber ahorrado la última porque el resultado no modificó casi
nada. Ayer fue investido Pedro Sánchez y tiene por delante un desafío
complicado y sin precedentes en este periodo democrático: nunca nadie lo logró
con tan exigua diferencia y es previsible que la legislatura esté llena de
obstáculos que nos impedirán llegar a 2024 con los mismos ministros.
Nada
habrían resuelto unas nuevas elecciones porque las dos últimas fotografías nos
indican claramente que este país está partido por la mitad. Tendremos que
aprender a manejarnos con este escenario, en el que las matemáticas electorales
han decantado el fiel de la balanza hacia la izquierda y por muy poco. Lo difícil empieza a partir de mañana, porque el espectáculo de agresividad
y mala educación vivido en el Congreso anuncia que no va a haber ni 100 días de
tregua. La legislatura de 2004-2008, aquella que empezó con el ocultamiento de
los autores de los atentados del 11M,
nos parecerá tranquila comparada con esta.
Ser equilibrista es siempre muy complicado. Y, ¡más difícil
todavía!, caminar sobre el más estrecho de los alambres y con medio hemiciclo
jugando al pim-pam-pum, es un presagio de caídas y frustraciones. Si este
gobierno fuera capaz de revertir las desigualdades que hay en este país, que no
dependen tanto de la región en la que vives como del barrio en el que tienes tu
casa, quizá conseguiría alejarse de un abismo tenebroso que tiene apellidos
lejanos (Trump, Boris Johnson, Bolsonaro, Orban, etc.) y que empieza a tener identificados
los nombres de los que ya están por aquí.
A
quienes se sienten en el consejo de ministros solo cabe aconsejarles cosas de
sentido común, como aquellas que Don Quijote enumeró a Sancho antes de partir
hacia su ínsula como gobernador: que cumplan sus compromisos, que no gobiernen
contra nadie y que se rodeen de gente sabia y con sentido crítico, porque los
aduladores nunca sirven para hacer ver los errores. Pero, sobre todo, que no se olviden jamás de ponerse en la piel
del otro ante cualquier decisión y que, en caso de duda, se decanten por los
más indefensos o los más débiles.
Publicado en HOY el 8 de enero de 2020
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