En el año 2015 leí que el Corpus de Referencia del Español Actual
(CREA) había analizado 40.000 documentos de todos
los países hispanohablantes. Los periódicos publicaron entonces la lista
de las 500 palabras más usadas y que encabezaban todos esos pronombres, conjunciones, y preposiciones que están por todos los
lados. Me detuve a buscar los tres primeros vocablos que fueran inequívocamente
sustantivos y resultaron ser tiempo
en el número 70, vida en el 76 y gobierno en el 86.
Quienes llevamos semanas confinados hemos aprendido que el tiempo
se puede hacer eterno o volar, dependiendo de que sepas cómo rellenarlo y en
qué ocuparlo. También nos vamos dando cuenta de que, como cantaba Pablo
Milanés, la vida no vale nada en los momentos en que te cuentan que una
enfermedad se está llevando a mucha gente que no son solo números sino que
también tienen nombres, apellidos y familiares a los que conocemos.
Sí me llamó poderosamente la atención que la palabra gobierno
estuviera en un lugar tan destacado. Ahora no sé si es el mejor momento para
hablar del gobierno (o desgobierno) ante una situación que sobrepasa fronteras
y que tiene que tener sus prioridades. Como cada vez que hay un incendio,
siempre hay una investigación para saber dónde, cómo, qué o quiénes fueron los
causantes, pero a nadie se le ocurre ponerse a indagar cuando las llamas están
todavía asolándolo todo. En estos casos, como cuando a uno lo tienen que
operar, solo cabe confiar en las profesionales que saben de la materia porque
cualquier otra opción es perjudicial para todos.
No sé si el término más utilizado de este periodo histórico que
estamos viviendo acabará siendo contacto
y todas sus derivaciones. No estaba entre las 500 elegidas pero va ganando
enteros en el día a día: tener buenos contactos, pasar el contacto de alguien o
el habitual seguimos en contacto que sirve para cerrar las múltiples
videoconferencias que hemos aprendido a hacer a la fuerza. No hay semana que no
tengamos una con las compañeras con las que teletrabajamos a distancia, con los
familiares cercanos y lejanos, con la gente de la oenegé y de la asociación
cultural o hasta con la pandilla de la adolescencia de la época en la que se
estudiaba BUP.
Tal vez haya un contacto que durante un tiempo tendremos que
alejar de nuestras vidas: el propiciado por esa cercanía que en determinadas culturas
había entre las personas. Los abrazos, los besos y los apretones de mano quizá
sean sustituidos por reverencias distantes como las que veíamos en el cine
japonés y que nos provocaban tanta gracia.
O puede que no. Puede que encontremos una vacuna, que nos vayamos
de vacaciones a las casas rurales de nuestra tierra para ayudar a que
sobrevivan, que volvamos a comprar en la tiendas de al lado en lugar de a un
almacén amazónico y que nos acordemos siempre de valorar lo público como se
merece. En aquella lista no aparecía la palabra miedo y la cerraba la palabra
calidad. A eso habrá que dedicar el tiempo en el futuro, a mejorar la calidad
del vida de todos los seres humanos, sin excepciones. Y sin miedo.
Publicado en el diario HOY un 8 de abril de 2020
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