08 abril, 2020

Tiempo, vida, gobierno

En el año 2015 leí que el Corpus de Referencia del Español Actual (CREA) había analizado 40.000 documentos de todos los países hispanohablantes. Los periódicos publicaron entonces la lista de las 500 palabras más usadas y que encabezaban todos esos pronombres, conjunciones, y preposiciones que están por todos los lados. Me detuve a buscar los tres primeros vocablos que fueran inequívocamente sustantivos y resultaron ser tiempo en el número 70, vida en el 76 y gobierno en el 86.



Quienes llevamos semanas confinados hemos aprendido que el tiempo se puede hacer eterno o volar, dependiendo de que sepas cómo rellenarlo y en qué ocuparlo. También nos vamos dando cuenta de que, como cantaba Pablo Milanés, la vida no vale nada en los momentos en que te cuentan que una enfermedad se está llevando a mucha gente que no son solo números sino que también tienen nombres, apellidos y familiares a los que conocemos.



Sí me llamó poderosamente la atención que la palabra gobierno estuviera en un lugar tan destacado. Ahora no sé si es el mejor momento para hablar del gobierno (o desgobierno) ante una situación que sobrepasa fronteras y que tiene que tener sus prioridades. Como cada vez que hay un incendio, siempre hay una investigación para saber dónde, cómo, qué o quiénes fueron los causantes, pero a nadie se le ocurre ponerse a indagar cuando las llamas están todavía asolándolo todo. En estos casos, como cuando a uno lo tienen que operar, solo cabe confiar en las profesionales que saben de la materia porque cualquier otra opción es perjudicial para todos.



No sé si el término más utilizado de este periodo histórico que estamos viviendo acabará siendo contacto y todas sus derivaciones. No estaba entre las 500 elegidas pero va ganando enteros en el día a día: tener buenos contactos, pasar el contacto de alguien o el habitual seguimos en contacto que sirve para cerrar las múltiples videoconferencias que hemos aprendido a hacer a la fuerza. No hay semana que no tengamos una con las compañeras con las que teletrabajamos a distancia, con los familiares cercanos y lejanos, con la gente de la oenegé y de la asociación cultural o hasta con la pandilla de la adolescencia de la época en la que se estudiaba BUP.



Tal vez haya un contacto que durante un tiempo tendremos que alejar de nuestras vidas: el propiciado por esa cercanía que en determinadas culturas había entre las personas. Los abrazos, los besos y los apretones de mano quizá sean sustituidos por reverencias distantes como las que veíamos en el cine japonés y que nos provocaban tanta gracia.



O puede que no. Puede que encontremos una vacuna, que nos vayamos de vacaciones a las casas rurales de nuestra tierra para ayudar a que sobrevivan, que volvamos a comprar en la tiendas de al lado en lugar de a un almacén amazónico y que nos acordemos siempre de valorar lo público como se merece. En aquella lista no aparecía la palabra miedo y la cerraba la palabra calidad. A eso habrá que dedicar el tiempo en el futuro, a mejorar la calidad del vida de todos los seres humanos, sin excepciones. Y sin miedo.

Publicado en el diario HOY un 8 de abril de 2020

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